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Faride

Faride

Decía Don Juan que la política es generalmente lo que no se ve. Así, pocos saben que cuando a Fidelio Depradel se le propuso la candidatura a Senador del Distrito (cuando, en mi criterio, debió ser a la vicepresidencia por su historial de toda la vida, entrega, lealtad y decencia estructural), Fidelio se negó porque no quería competir con una joven y aguerrida mujer, que comenzaba a proyectarse como una lideresa no solo de las mujeres sino de todo el país: Faride Raful.

Es por eso que asombra enterarme de que Faride comienza mal su estrellato político cuando reniega de una promesa electoral: renunciar al mal llamado barrilito, que históricamente se ha prestado para tantas fechorías, comenzando por el enriquecimiento personal.

Faride argumenta que lo utilizará para “la contratación de asesores”, pero Fidelio contrató cuatro y los pagó de su salario, y a ellos, parcialmente debió, su proyección como Diputado Nacional, llegando a ganarse el honrosísimo calificativo de “Diputado del Pueblo” por su acompañamiento de las luchas populares, doquiera se le requería, algo que nos provocó temor por su salud, porque el primero en no advertir las limitaciones de su edad (83 años) es él.

Y si mencionamos a Faride es porque ella representa un liderazgo femenino que cada vez que accede al poder nos decepciona, y la lista es larga. Así, leemos la flamante propuesta de una diputada del PLD para nombrar cuatro estaciones del Metro, uno de cuyos candidatos es Juancito de los Santos.

No se le ocurrió plantear el nombre de una sola mujer fundamental de la historia nacional. No propuso a Andrea Evangelina Rodríguez Perozo, primera médico dominicana y pionera de múltiples programas de apoyo a la mujer y niñez, víctima del Trujillato; a Arlette Fernández Vda. Domínguez, Aniana Vargas, o a Ivelisse Pratts.

No. Se le ocurrió plantear a Juancito, cuyo único mérito fue crear una red de bancas en todo el país, cuyo objetivo (como el de la Lotería) es extraerle a los más pobres de los pobres el poco y miserable excedente que pueden acumular, algo denunciado en múltiples estudios. De su viuda no hablamos, porque aun no superamos la vergüenza ajena que nos provocó el escándalo por corrupción y desfalco de un organismo dedicado a servir a la gente.

Esta ignorancia, o negación de su condición e historia como mujeres, se evidencia en las causas que defienden estas, nuestras “representantes”, en el Congreso. Todos los días matan a una mujer o la desfiguran con ácido del diablo, pero no se les ocurre hacer de esta lucha su causa.

Faride ha dado un traspié. Reconocer que nos equivocamos nos diferencia del rebaño y engrandece. Confiamos en su estirpe.

Por: Chiqui Vicioso

luisavicioso21@gmail.com

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