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Giuseppe Verdi Genio y carácter

Giuseppe Verdi  Genio y carácter

Sin lugar a dudas que con solo mencionar su apellido, cualquier amante de la ópera sabe a cual genio musical se está citando.

Y es que Giuseppe Verdi está considerado como uno de los más grandes y populares compositores del género.

Sin embargo, la lectura de cualquiera de sus biografías nos retrata la vida de un ser atormentado, que recorrió el viacrucis del fracaso con algunas de sus creaciones.

Fue lo que ocurrió con una de sus primeras composiciones, Un giorno di regno, ópera cómica cuyo fracaso en su estreno lo sumió en una grave y larga depresión nerviosa.

Fue tanta su amargura y desaliento que cruzó por su mente la idea de renunciar de manera definitiva a la composición, algo que hubiera privado al universo melómano de sus posteriores grandes obras.
Este percance influyó en cuanto a definir sus relaciones personales con los espectadores de sus óperas.

Escribió una vez: puede ser que Un giorno di regno sea una mala ópera, aunque se toleran e incluso se aplauden muchas que no son mejores. No pretendo criticar al público, pero acepto sus críticas y burlas sólo con la condición de que no tenga que agradecer sus aplausos.

Pese a que sostuvo este enunciado durante gran parte de su vida, tuvo la suerte de que su próxima creación Nabucco, abreviatura de Nabucodonosor, concitó de inmediato el favor de auditorios de toda naturaleza.
Durante los ensayos de la obra los empleados de los lugares donde se producían abandonaban sus labores para mirar asombrados lo que en la escena se producía.

El impacto de Nabucco provocó que Verdi dejara de lado su pesimismo, y afirmó que “parece que con esta obra mi carrera de compositor ha comenzado”.

Debo admitir que un pasaje de esta ópera, El lamento de los esclavos judíos, me ha llevado a derramar lágrimas de intensa emotividad en muchas de las ocasiones en que la he escuchado.

Algo similar me ocurre con el cuarteto de Rigoletto, donde melodías diferentes se hermanan hermosamente en cuatro voces de ambos sexos, elevando al máximo la dramática escena precursora de la tragedia.

En el universo operístico de Verdi, sus admiradores han establecido una especie de consenso en el sentido de que sus más grandes títulos lo conforma la trilogía que integra Rigoletto, El trovador y La traviata
Como ocurre con frecuencia en el campo de las bellas artes, los triunfos del compositor italiano despertaron los celos de algunos de sus colegas, pero otros reaccionaron con sincera admiración.

Entre ellos su compatriota, el genial Gaetano Donizetti, quien manifestó que “el mundo quiere cosas nuevas, y si otros nos cedieron el lugar, nosotros debemos hacer lo mismo”.

La inmensidad del talento musical de este artista es tan auténtica, que sus óperas mantienen su popularidad por encima del discurrir del tiempo, pese a que los musicólogos catalogan de ridículos y de carencia de belleza literaria muchos de sus textos.

Hasta la excelsa trilogía recibió críticas malsanas. En el año 1855, dos personas iniciaron una acción legal contra el empresario Max Maretzek tratando de impedir la representación de Rigoletto, argumentando que era una obra lasciva y licenciosa.

En una presentación en Boston La traviata fue atacada con argumentos morales, y se dijo que carecía de calidad musical.

Presentación

Este recorrido breve por la biografía del llamado Coloso de Italia se debe a que este domingo, a las seis de la tarde, en la sala principal del Teatro Nacional será exhibida su ópera La forza del destino, en reproducida vertiente cinematográfica.

El evento artístico se debe a la labor conjunta de las Fundaciones Sinfonía y Amigos del Teatro Nacional, la Cámara Británica de Comercio, Opera Lovers, y el Teatro Nacional Eduardo Brito.

La presentación original se realizó el pasado mes por la Royal Opera House, en el Covent Garden de Londres, con las actuaciones de dos astros del canto lírico mundial la soprano Anna Netrebko y el tenor Jonas Kaufmann.

El librero está basado en la obra Don Álvaro, o la fuerza del sino, del escritor español Ángel de Saavedra, Duque de Rivas.

El Nacional

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