Con un estilo de política de pan para hoy, hambre para mañana le dio inicio a su gobierno el presidente Abinader. Aunque la pandemia (como agua de mayo) brindaba excusa para apoyar a las familias vulnerables ha habido un descomunal derroche y una invitación o alimentación al ocio.
Se está gobernando en forma manirrota, en un verdadero festival de entrega de dinero cuando el Estado arrastra altísimos déficits fiscales. Nada de ahorro interno, sino la oportunista bóveda extranjera a donde asistimos en forma irresponsable pues las obligaciones de pago recaerán en las generaciones del porvenir.
Esas imágenes del Presidente ofreciendo y regalando dinero como un dios vivo de la calle evoca al chavismo; son los síntomas de la degradación de los gobiernos populistas desgastados para tratar de apuntalarse y mantener el poder. Es el paradigma individualista del típico monarca constitucional que provee todas las gracias, es decir, manejar prebendas para sus acólitos y tratar de monopolizar todos los medios desde publicidad hasta contratar servicios de expertos manipuladores de imagen y sondeos de “opinión”.
Es la perfecta “venezolanización” del país, con la diferencia que el chavato- madurato dilapidó la riqueza petrolera, mientras nosotros hacemos crecer la deuda externa. Hoy el gasto supera los ingresos del Gobierno, y el servicio de la deuda externa para 2023 es de un 5.5% del PIB (Listín D., jueves,8 de diciembre de 2022,pág. 18), y esto se aprecia en los organismos certificadores como un riesgo para una economía tan dependiente de factores externos.
Este comportamiento de que el Estado lo puede todo y, como tal, otorga miles de propiedades públicas,reparte dinero, y una nómina pública como si fuera una mina a cielo abierto, sería un desafío a la gobernabilidad en sociedades mejor organizadas. Pero en nuestro país la cultura es que adoramos el poder, somos “Estadocéntricos”, como describe Fernando Rey, jurista constitucional español. Luego de repartido todo, el mismo guion de la “reelección por necesidad”.