Sostienen los dominicanos más sensatos que la prioridad única del Gobierno es su partido sustentado en el Presupuesto. Que le garantice bonos, pensiones, títulos, nóminas y prebendas, pues las necesidades nacionales a enfrentar con políticas públicas universales, inclusivas, son escasas.
De ahí los temores a las reformas; legislaciones erráticas, pactos firmados en el agua, promesas incumplidas, huida a la indexación salarial, gastos superfluos, endeudamiento vía bonos soberanos, en fin ¡busque un crédito para el desarrollo u obra de envergadura!, no se encuentra. La Administración es agua de mayo para el Partido y programáticamente ineficaz para el país. Aciertan.
En cuanto al Estado facilitador, sus estímulos van dirigidos al sector turismo como actividad única del desarrollo. Hemos caído en una suerte de política de monoinversión cuyo tutor es el propio Presidente, ubicuo y coloquial.
Pero para graves problemas, toda una técnica de camuflaje, tramoyismo y escenificación, todo muy novelado, y dejándonos nítida constancia de la poca preocupación social por el deterioro de los servicios públicos.
He aquí como resulta irrefutablemente verídico reconocer que no existen requisitos que deban cumplirse para que la Presidencia de la República se ejerza sin alucinaciones de que vivimos en el paraíso del desarrollo y del respeto institucional. Sólo se insiste en la necesidad de ponerlo todo en el PRM, pero de ahí la ineficiencia y errores por incapacidad.
Al Gobierno le faltan objetivos claros y en beneficio de todos, no sectarios, y lo apreciamos cuando para sostener este festival oficial en que vive, se ha convertido en obsesivamente endeudador, pero nos dejará los quebrantos típicos de este desenfreno, y sin ninguna lección de provecho de esta descomunal masa dineraria para el desarrollo del país. Parece que, desde el poder, ayer tan críticos y con marcada hipocresía contra sus adversarios, no han tenido un momento de reflexión para analizar lo que más luego le caerá a la nación cuando esa burbuja se rompa y nos deje al borde del despeñadero.

