Contra todo sentido de la realidad en que viven amplios sectores de la población: costo de los alimentos y medicamentos; falta de agua potable, alza en factura eléctrica; gas y alquileres caros; corrupción indetenible, sin embargo, el Gobierno dice que hay cambio.
Pero no hay una novedad significativa. Evidentemente que, sin reformas, sin filosofía e ideología política clara, se produciría un cambio. Bueno, sí, un cambio gatopardiano: “que cambie todo, para que todo siga igual”.
Cuando se aspiraba al poder la clave para alcanzar su objetivo residía en su no-table capacidad de permanecer en constante sintonía con el irreductible deseo de cambio de buena parte de la sociedad. Y mejor lo explicó el asesor extranjero: “no dar detalles de en qué consistía el cambio, porque en verdad no había tal cosa”. Es decir, toda una manipulación aliando la mala fe y la astucia.
Ahora como ex-cusa sólo se pretende relativizar y banalizar las faltas con los opositores con un argumentario totalmente punzante y desacreditador. Todo un calco con el go-bierno del “PPH”, aquel régimen desconfiado e intrigante y gravemente ofensivo e irrespetuoso con sus adversarios políticos.
La verdad que el engaño ha sido nutritivo desde el punto de vista electoral para el pueblo y, por supuesto histórico. Jamás se empleará ese eslogan como recurso de campaña para obtener efectos políticos en las urnas. Será fácil impugnarlo, pues resultaría una trampa imperdo-nable utilizarlo tan obscenamente como hasta ahora lo ha hecho el PRM.
La irrelevancia en que cae el término por la frustración del pueblo, vencido por el memo-rial de promesas incumplidas, no permitirá legitimar su descarada utilización pro-pagandística. Ha muerto con pena y sin gloria, el “cambio”.

