Nuevamente los haitianos realizan actos de provocación a los dominicanos, desviando el río Masacre hacia su territorio, violando numerosos pactos suscritos entre ambos países, acción que se inscribe dentro de la obcecada y tozuda ilusión de apoderarse de nuestro territorio ya de por sí, invadido por hordas de Haití en toda la geografía nacional.
El gobierno le hizo saber al primer ministro Ariel Henry que no permitirá bajo ningún concepto que prosiga la obra improvisada del referido río, lo que implicaría que de seguir los trabajos de canalización, solo queda abierta, de manera imperativa, el uso de las fuerzas por parte del Ejército para detener los trabajos y hacer respetar la línea limítrofe que existe en la frontera.
No hay dudas que quienes dirigen a Haití son las pandillas criminales, apoyadas por ex funcionarios del pasado gobierno, como el ex primer ministro Claude Joseph, que estimula la violación a los convenios y advierte que las tareas de desviar el río, no serán paralizadas, una actitud que incita a un enfrentamiento no deseado.
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Canalizar el río Masacre, violenta el Tratado de Amistad Perpetua y Arbitraje del año 1929 y el Acuerdo Fronterizo de 1935, así como el Acuerdo de Revisión Fronteriza de 1936, y las transgresiones seguirán porque Haití no respeta ningún pacto, cuyo embrión maligno sigue haciendo daños a la parte oriental de isla. Cuyos habitantes no resisten las barbaridades de los que fue una vez posesión francesa.
El río Masacre nace en Loma de Cabrera, en la montaña el Pico del Gallo y desemboca en la bahía de Manzanillo, provincia de Montecristi, ambas demarcaciones situadas en tierras dominicanas, y su desvío por parte de haitianos se desarrolla en las pirámides 13 y 14, entre Fuerte de la Libertad y Juana Méndez, afectando gravemente a los productores criollos que cultivan rubros que necesitan un sistema de riego.
Los haitianos deben evitar que se repita la dolorosa y desafortunada historia contada en una novela del abogado Freddy Prestol Castillo, titulada “el Masacre se Pasa a Pie”, donde murieron centenares de ilegales, intentando cruzar las aguas del afluente para salvar sus vidas, en el interregno de una matanza registrada en el año 1937, ordenada por el sangriento dictador Rafael Trujillo Molina, bajo el pretexto de defender la nacionalidad dominicana.