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Indigentes ocupan espacios públicos de la capital

Indigentes  ocupan espacios públicos de la capital

Silenciosamente, todos los días al caer la noche, decenas de personas llegan a distintos espacios públicos como parques, zaguanes, portales de iglesias y edificios públicos, escaparates de tiendas, áreas debajo de los puentes y elevados donde se “acotejan” como pueden pasar la noche a la intemperie.

Muchas de estas personas viven en una situación de soledad, pese a estar entre miles de seres humanos, desconectados de la sociedad y de sus familias, en la exclusión y la marginación.

Llegan cansadas, malolientes, cubiertas con ropas sucias, cargando sacos y bolsas plásticas con comidas, casi siempre al borde de la descomposición, recogida en algún zafacón de la ciudad, o en uno de los centenares de vertederos de basura a cielo abierto existentes en todas partes.

También cargan cartones, recipientes plásticos de un galón de agua tomada de alguna llave pública, generalmente acompañado de uno o dos perros callejeros, cuyos dueños originales nadie conoce.

Hacen sus necesidades al aire libre, se bañan cuándo pueden, casi siempre cuando llueve, y se protegen unos a otros para evitar que les roben o que los agredan.

Comparten las comidas sin tomar en cuenta quién come más o menos, ni a quién se la regalaron.

¿Quiénes son?

Estas personas que muchos dominicanos no ven, son los llamados “sin techo”, que de día deambulan por distinta zonas de la ciudad mendigando y pidiendo dinero para comer, y que en las noches se dirigen a cualquier lugar donde puedan amanecer protegidos de la lluvia, la brisa y el sereno.

Algunos los llaman indigentes, sin hogar, en situación de calles, vagabundos y transeúntes.

Nadie sabe cómo se llaman, ni cuáles son sus padecimientos ni vicisitudes, y mucho menos si están enfermos, si han comido algo en las últimas 24 horas.

Para algunas personas son “gente peligrosa” que puede estar enferma física o mentalmente, o que puede robar sus pertenencias.

Proceden de localidades del interior y de barrios marginados de las zonas periféricas de la ciudad caracterizados por la violencia, el consumo de drogas, la desintegración familiar y la proliferación de juegos de azar.

Perfil

Pese a que en República Dominicana no se conoce ningún estudio sobre estas personas, se observa que más del 90 por ciento son hombres con edades entre los 30 y 70 años.

El número de mujeres que duerme en las calles, en los parques, zaguanes, portales de iglesias y vitrinas de tiendas es tres veces menor al número de hombres.

Las mujeres que no tienen techo tienen edades entre los 45 y 60 años, y casi todas tienen alguna formación escolar pre universitaria.
Tampoco se conocen cifras sobre los lugares donde más se concentran las personas que viven en las calles, ni cuántas logran salir de la situación de exclusión y marginalidad.

Una gran mayoría visten ropas viejas y raídas, de tallas muy superiores a las suyas, llevan puestas con gorras de beisbol y se cubren con chaquetas de hombre de alguien que se las regaló para protegerse de la inclemencia del tiempo.

Se protegen con algún pedazo de madera o tubo de metal, hablan en voz baja y si alguien les regala una moneda o algo de comer dan las gracias y piden al señor que los bendiga.

Muchos de los sin techo dicen tener hijos y otros familiares y casi todos dicen haber estado casados alguna vez.

Generalmente no revelan las causas que los han llevado a vivir a la intemperie, sin un hogar estable en un núcleo familiar tradicional.

¿Cómo viven?

Muchos de los sin techo pasan gran parte del día pidiendo limosnas, buscando algo de valor en los basureros o simplemente sentados en algún parque o espacio público, debido a que no tienen lazos familiares ni laborales conocidos.

Otros recogen cartones, los cuales venden a seis pesos el kilo, recogen botellas de cerveza por las cuales reciben tres pesos por unidad y algunos buscan metales, chatarras, plásticos y cualquier otro objeto que puede ser convertido en dinero.

Algunos pocos se dedican a realizar mandados y a recoger basura por paga en barrios y residenciales de la ciudad.

La comida preferida de estas personas es cualquier plato que les sea regalado, pero si no es un obsequio prefieren la comida china, preferentemente los “picapollo” o el “chofán”.

La Morena, una exempleada bancaria que enloqueció luego de cumplir casi cuatro años de prisión en la cárcel de Najayo, por la pérdida de una elevada suma de dinero en el banco donde trabajaba, dice que a veces pasa hasta una semana sin probar “una comidita”.

El capitán Dipré, como llaman a un exoficial de la Policía, nativo de Cambita, San Cristóbal, dice que pasa los días en las inmediaciones de la Hermandad de Pensionados de Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, sin probar nada que comer.

Cuenta que su mujer murió en España y que no pudo reunir el dinero que se necesitaba para traer el cadáver para sepultarlo aquí.
Dipré llora al recordar todo lo que le ha ocurrido, pero dice estar agradecido de Dios, porque aún está con vida.

En las inmediaciones del parque Independencia duerme a la intemperie una joven de origen peruano, que llegó al país hace varios años y no pudo regresar a Sudamérica debido a que sus compañeros se marcharon sin avisarle.

“Vivo en la calle porque no tengo a nadie acá y no tengo documentos ni dinero para procurarme el regreso”, dice la joven que rehusó dar a conocer su nombre.

Padecimientos

Muchos de los que viven en las calles han llegado a esa situación por distintas causas como son problemas familiares, pérdida del empleo, encarcelamientos, problemas pasionales y otros.

Un elevado porcentaje de esas personas padecen problemas de adición a las drogas y el alcohol que los han alejado de sus entornos sociales y familiares.

También se hallan entre ellos algunos que padecen problemas mentales, sufren depresiones y otras patologías que deben ser tratadas por especialistas de la conducta.

Pese a esas situaciones los sin techo son seres invisibles y sus casos sólo salen en la prensa cuando alguno de ellos muere en la calle o es víctima de algún acto de truculencia.

4-5_Actualidad_06_1,p03Seres invisibles

Para el ciudadano común y corriente que tiene una familia, un empleo, amigos y relacionados, las personas de calle, sin techo, vagabundos, y mendigos, son seres invisibles a los que únicamente le dirigen una mirada cuando los encuentran en su camino.

Igual ocurre con los funcionarios de instituciones oficiales que deben velar por el bienestar de todos los ciudadanos, sin exclusiones de ningún tipo.

La indiferencia con esas personas es tal, que en República Dominicana nadie sabe cuántos son los que viven en las calles, ni de dónde provienen y cómo se les puede ayudar a sobreponerse y a reinsentarse en la sociedad.

Entidades como los ministerios de Salud Públicas, de la Mujer, de la Juventud, ni entidades como la Defensa Civil, o la Cruz Roja, se interesan por las personas que no tienen un techo donde guarecerse.

Muy por el contrario, tienden a desalojarlos cuando en ciertos lugares se programan actividades a las que asisten invitados extranjeros o ciertos funcionarios gubernamentales.

Las personas de calle, los sin techo, vagabundos o mendigos, como les llaman, deben ser atendidos por las autoridades por tratarse de seres indefensos que no tienen los medios necesarios para salir adelante.

Es deber de las autoridades buscar una solución a ese problema que muchos no quieren ver.

El dato

Cero estudio
En República Dominicana no se tiene conocimiento de ningún estudio que se haya realizado en torno a las personas que viven en las calles en situación de indigencia o de mendicidad.

La Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) tampoco dispone de cifras oficiales confiables sobre el número de personas que no tienen un techo y que permanecen a la intemperie en horas de la noche en las calles, debajo de los puentes, en los zaguanes, en los portales de iglesias y oficinas públicas, y frente a los escaparates de las tiendas.
Son seres excluidos y marginados social y familiarmente.

Números

90% mayores de 50 años
que alguna vez trabajaron y tuvieron familias formales.

88% de los que viven en las calles padecen alguna enfermedad física o mental, y carecen de los recursos necesarios para recibir atención médica.

32% Son mujeres que alguna vez estuvieron casadas con una familia funcional, amigos y parientes y con algunos estudios superiores.

60% En ayuno durante varios días en los que sólo logran comer sobras y alimentos desechados en algunos lugares de la ciudad. Otros dijeron que regularmente solo comen cuando son llevados a un hospital.

El Nacional

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