Opinión convergencia

Infancia feliz

Infancia feliz

Efraim Castillo

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Como productor cultural, Armando Almánzar Rodríguez (1935-2017) fue miembro de la llamada Generación del 60, a través de su militancia en la agrupación estética Arte y Liberación, capitaneada por Silvano Lora, por lo que es preciso ubicarlo entre los escritores surgidos tras la conmoción social que produjo la muerte de Trujillo en 1961 y el desborde emocional que acarreó la revolución cubana en toda Latinoamérica, lo cual originó eventos que cubrieron al país por cinco años (1961-65).

Esos neurálgicos eventos fueron: el tiranicidio (1961); el asilo de Balaguer en la Nunciatura Apostólica (1962); el gobierno del Consejo de Estado (1962); las deportaciones a líderes revolucionarios (1962); el triunfo de Juan Bosch en las elecciones de diciembre (1962); el golpe de Estado a Bosch (1963); la formación del Triunvirato para sustituir a Bosch (1963); las guerrillas del 1J4, en noviembre (1963), el asesinato de Manolo Tavárez Justo, en diciembre (1963); la revolución de abril que depuso al Triunvirato (1965); y la grosera intervención militar norteamericana de ese mismo mes de abril.

¡Todo un amasijo de violencia, asesinatos, golpes de Estado, prohibiciones, deportaciones, guerrillas, traiciones y frustraciones! ¡Todo en sólo cinco años!
Armando se integró a Arte y Liberación en 1963, en el capítulo concerniente a la cinematografía, un oficio que asumió profesionalmente tras ingresar como crítico de cine en el Listín Diario, luego de este diario retornar a las actividades noticiosas y culturales del país ese mismo año.

Por eso, la producción literaria de Armando Almánzar Rodríguez está tan ligada al cine, un nexo intelectual y discursivo que se podría pasar por alto, pero no así para alguien con una extraordinaria vocación creativa como la suya. De ahí, a que el nexo cine-gozo, cine-emoción, cine-cultura, o cine-vivencia, lo haya marcado tan profundamente.

Pero, ¿por qué digo esto? Es sencillo: los objetos literarios -narrativa, en el caso de Armando- están más que marcados o sellados, están perforados por el cinematógrafo. Y al utilizar el vocablo perforados no deseo buscar una interpretación donde el adjetivo se convierta en sustantivo, sino en hipérbole de una impronta que, en mayor o menor cantidad, ha influenciado la producción literaria, no sólo nacional, sino la de todos los escritores del planeta en donde este medio electrónico haya penetrado lo social.

Influencia del cine en la literatura
El cine ha sido, desde que se incorporó al mundo estético y fue aceptado como un arte total (Ricciotto Canudo, 1911), un gran espacio expansivo del lenguaje literario. Joyce y Dos Passos, sin lugar a dudas integrantes de una élite que incluye a los máximos narradores del siglo XX, estuvieron marcados por la temprana impronta cinematográfica, y su consecuencia dio como resultado, no sólo el contrapunto y su presión sobre la metalepsis -que podría, quizás, representar lo mismo-, sino sobre el flujo de la conciencia, sometiéndolo a los desniveles de un espacio-tiempo cuya equivalencia es la figura icónica del flash-back, o vuelta abrupta hacia un tiempo ido que emerge en la mente del actante.