Opinión

Inseguridad versus democracia

Inseguridad versus democracia

Las calles del país sirvieron de escenario a las jornadas democráticas de mayor impacto y no existió ciudadano que, apelando al método del reclamo social, aplaudiera el gesto demandando respeto a los derechos, regreso del exilio y estimulando la tolerancia en medio de prácticas políticas impropias de un gobierno respetuoso.

Transcurrían los años 60 y 70. Y la transición democrática hizo del callejón, los barrios, club cultural y la militancia partidaria el período de importantes cambios en la cultura política. No se percibía un avance en los hábitos institucionales, sin apelar a la calle como recurso ideal y la franja insegura de la población estaba reducida a las fuerzas disidentes del gobierno.

El combate a Balaguer, los excesos policiales y la represión política representaron los peligros de la época. Reorientado el movimiento social y liquidado el barrio como instancia de resistencia, los dominicanos nos encontramos en los 80s con una poblada en abril de 1984, y primer punto de ruptura entre el principal partido de masas (el PRD) y su histórica base social.

Cuando la esquina dejó de expresar la carga ideológica del momento, el proceso de transformación en la parte céntrica de los principales centro urbanos del país pretendió impulsar un éxodo hacia los Estados Unidos que, hacían del retorno al lar nativo, la mejor muestra de progreso. Las cadenas, el carro lujoso y las manifestaciones de movilidad económica constituyeron la única vía para avanzar de una parte importante de las generaciones nacidas con posterioridad de los años 80.

En medio del desarrollo de toda una generación, sin compromiso ideológico y seducida por el afán económico: el barrio liquidó las aspiraciones de redención social y política. Todos fueron tocados por marcharse del país, y la ciudad de New York representó el destino final.

Aquellos que no vivieron la aventura de irse, comenzaron a calcar lo peor de la selva de cemento.

Cuando se intentó vestir, actuar y hasta transformar el habla, se pasó a reproducir el otro lado de la sociedad que aspiramos emular: el crimen, la violencia y tráfico de drogas.

El Nacional

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