Teherán, 19 de Agosto (EFE).– ¿Interacción o confrontación? Es la pregunta que enfrenta estos días a los políticos iraníes. De un lado, el sector reformista, que aboga por dialogar con Occidente sobre el programa nuclear y aliviar tensiones; del otro, los conservadores que rechazan cualquier negociación sin ofrecer una alternativa viable a la creciente presión internacional.
Casi dos meses después de la guerra de 12 días con Israel y ante la encrucijada nuclear de Teherán, el Frente de Reformas iraní —una coalición de partidos reformistas— y varias figuras cercanas han llamado a realizar reformas y a cambiar de paradigma, especialmente en la política exterior.
El frente reformista instó el domingo, en un comunicado, a suspender “voluntariamente” el enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento de las sanciones que asfixian la economía.
“Suspender el enriquecimiento de uranio es una oportunidad única para reconstruir la confianza nacional y resolver las tensiones internacionales”, indicó la coalición.
Puedes leer: Irán rechaza el elogio de OTAN tras ataque a sus instalaciones nucleares
El grupo también pidió aceptar la supervisión completa del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), suspendida por Teherán tras el conflicto con Israel y los ataques estadounidenses de junio contra instalaciones nucleares.
Los reformistas advirtieron que la crisis económica, las secuelas de la guerra y la amenaza de los tres países europeos (Alemania, Francia y Reino Unido) de restablecer las sanciones de la ONU en septiembre han elevado la presión sobre Irán.
El regreso de estas sanciones incluiría el embargo de armas, controles de exportación y congelación de activos, lo que sería un golpe devastador para la ya debilitada economía iraní.
Ante este panorama, el expresidente Hasan Rohani (2013-2021) alertó sobre el riesgo de una nueva guerra y pidió mejorar las relaciones con Occidente. “Si podemos mejorar las relaciones con Europa, con nuestros vecinos e incluso reducir las tensiones con Estados Unidos, ¿por qué no?”, planteó.
En la misma línea, Mohammad Javad Zarif, exministro de Exteriores y artífice del acuerdo nuclear de 2015, defendió en un artículo en Foreign Policy un cambio de “paradigma de amenaza” hacia un “paradigma de posibilidades” y abogó por diálogo con Europa y Estados Unidos en lugar de confrontación.
Reacciones radicales Las posturas a favor de la interacción provocaron duras críticas en sectores conservadores, que aseguran que negociar solo recompensa la presión extranjera. Políticos y medios afiliados a la línea dura calificaron las propuestas reformistas de “traición” y de estar “alineadas con Estados Unidos e Israel”. La agencia Fars, vinculada a la Guardia Revolucionaria, tachó el comunicado del Frente de Reformas de “documento de sumisión ante enemigos” y lo acusó de mantener “dependencia ideológica o práctica” con EE.UU. e Israel.
El diario Keyhan, dirigido por un representante del líder supremo Ali Jameneí, equiparó el documento reformista con discursos del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, contra Teherán.
“¿Comunicado del Frente de Reformas o traducción al persa del discurso de Netanyahu?”, tituló en su portada. Según el rotativo, la propuesta busca “crear división interna y fomentar disturbios” siguiendo los planes de Washington y Tel Aviv.
Desesperación del presidente El presidente Masud Pezeshkian, que llegó al poder con apoyo reformista y promesas de apertura, lamentó la resistencia conservadora a negociar con Washington. Insistió en que dialogar “no significa rendirse” y preguntó- “Si no hablamos, ¿qué quieren que hagamos?
¿Luchar? Ya vinieron y atacaron nuestras instalaciones. Si las reconstruimos, volverán a atacarlas”. Subrayó, no obstante, que cualquier decisión dependerá del consentimiento del líder supremo.
En la República Islámica, Jameneí, como jefe de Estado, tiene la última palabra en asuntos clave, lo que limita el poder del presidente, que tampoco se salvó de los ataques internos.
El subjefe político de la Guardia Revolucionaria, Aziz Ghazanfari, calificó de “erróneas” sus declaraciones y advirtió que dificultan la maniobra del Gobierno “en el complejo ámbito de la política exterior”.
El parlamentario ultraconservador Hamid Rasaei fue más duro y cuestionó incluso si Pezeshkian es apto para ocupar la presidencia. “A ojos del enemigo, estas posturas significan pasividad y debilidad, e incitan a invadir nuestro país”, reprochó.
El debate entre reformistas y conservadores refleja la profunda fractura de la política iraní. A dos semanas de vencerse el plazo europeo para activar el restablecimiento automático de sanciones de la ONU, y sin señales claras de negociación, Irán parece encontrarse en un callejón sin salida. EFE
Por: Aydin Shayegan