Solíamos decir que al PRD se le echa de menos cuando está en la oposición, y cuando está en el poder se le deplora. Hace sus fiestas, disfruta, y luego termina agravando las viejas urgencias. No hubo gobierno que no terminara en el desconcierto y desazón.
Volvemos al lejano ayer, y ojalá no nos dejen caer en tentaciones, pero están ahí los gastos excesivos y las finanzas agotadas para sostener su militancia, es decir, el acicate que deja nítida constancia de su verdadera y genuina preocupación cuando está en el poder. Irrefutable similitud.
Justo después del 2020 y de aquellos acontecimientos que dieron lugar al escenario de hoy, necesitaba de un compromiso con la austeridad y no el derroche, que no ha sido defendido con ardor. Con el mismo ardor que lo hacía desde la oposición. Hoy lucen endebles y polémicas no pocas de las exigencias que planteaban.
Y lo lamentable es que el pueblo no haya puesto límite a esa conducta irracional de repetir el error que es el no ponerlo todo en común, sino de manera particular en un gobierno que en sí constituye una suerte de Seguridad Social donde no se ocupa de gobernar para todos, aunque nunca lo pierden de vista en sus eslóganes de campaña.
Ahora estamos en una nueva realidad que es la de buscar dinero para pagar la cuenta, pero se alega la baja tributación fiscal, que es la misma de cuando se prometía arreglarlo todo, mediante una reforma fiscal profunda, y en lo constitucional como telonera de la primera y con dudas de su necesidad porque no genera un consenso político favorable.
La verdad que en este doble frente se movió la sucesión 1978-1986, y todos conocemos el resultado de aquel ajuste. Quizás hoy tenemos menos inclinación a la violencia, pero son muchas las exigencias que no se pueden ocultar alegando el orden y limpieza para remover la suciedad de los anteriores, cuando dicha excusa no aplica porque la disciplina ha faltado.