Los servidores públicos, sin importar su jerarquía, están en la obligación de hacerles frente a las demandas de los ciudadanos, responder a sus necesidades y, a su vez, ofrecer respuestas ágiles y convincentes cuyos resultados sean favorablemente acogidos por todos los usuarios e instituciones civiles y privadas que diariamente requieren de los servicios que está obligada a ofrecerles la Administración Pública.
Lo cierto es que hablar de Función Pública o de Administración Pública significa hablar de políticas públicas justas, alcanzables y efectivas; significa hablar de compromiso público y de moral pública; significa hablar de ética y de transparencia en aras de asegurar una gestión pública, cuya cultura de calidad prevalezca para beneficio de la sociedad; significa rendición de cuentas; significa asumir con mucha responsabilidad, desde la óptica del ciudadano, puntualizando en el funcionario público que a ratos tiende a olvidar, por así decirlo, su rol de vigilante celoso de los bienes del Estado.
Obviamente que nos referimos a ese funcionario que, ante cualquier provocación proveniente del sector corruptor, olvida con facilidad su compromiso de mantener una conducta divorciada de toda pretensión malintencionada que lo conduzca a enamorarse, perdidamente, de lo conocido como corrupción administrativa.
Todas las personas que ocupan cargos públicos tienen irremediablemente que aprender a respetar y a defender los fondos públicos.
El acercamiento a una gobernanza plena obliga a la Administración Pública no sólo a caminar de las manos con la sociedad civil y los gobiernos locales; sino, además, que exige tener gestores o servidores públicos preparados para poder darles respuestas rápidas y determinantes a los miles de usuarios que diariamente acuden a las instituciones gubernamentales en busca del mejoramiento de sus condiciones de vida; servidores capaces de proporcionar elementos positivos para que todos muestren satisfacción en lo referente a sus demandas.
En conclusión, la transformación de la Administración Pública en nuestro país experimenta un avance significativo, digamos que de calidad, a pesar del olvido o del poco interés que por décadas mostraron todos los gobiernos que antecedieron a los del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el ejercicio del poder público.