Opinión Articulistas

“La muerte del poeta”

“La muerte del poeta”

Pedro P. Yermenos Forastieri

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Esta historia tiene más de treinta años. Se remonta a mis primeros tiempos de ejercicio como abogado, cuando captar un caso era un acontecimiento que se celebraba en grande.

Conocía a Gustavo Olivo como periodista con grandes perspectivas. Nuestra amistad se consolida a partir de su vecindad con un negocio de uno de mis hermanos. En ese contexto descubrí la exquisita calidad humana que lo engrandece. Su extraordinaria sensibilidad y su apego irrenunciable a principios y valores que rigen una existencia sin dobleces. Hoy lo miro, y constato que su físico, pese a la juventud que preserva, habrá podido cambiar, pero su esencia como hombre íntegro permanece intacta. Eso es lo importante.

Al tratar a mi amigo se incrementaba mi admiración, respeto y afectos. De allá hasta acá, no hemos ejercido una relación de cotidianidad, pero eso no ha sido motivo para no estar mutuamente convencidos de que podemos contar el uno con el otro ante cualquier requerimiento que pueda hacérsele a alguien a quien sabemos podemos acudir sin importar que haga bastante tiempo que no lo vemos.

Cuando la confianza recíproca se fue consolidando, Gustavo empezó a mostrarme algunos de los cuentos que estaba escribiendo, los cuales leía con muchísimo interés. Así, llegaron a mis manos varios manuscritos, entre ellos el de “La muerte del poeta”. Este, de manera particular, me llamó mucho la atención.

Por una de esas casualidades de la vida, para aquel entonces yo tenía una vinculación de relativa cercanía con don Juan Bosch. Al leer el texto del cuento de Gustavo, inmediatamente pensé en quien ha sido considerado como uno de los grandes maestros del cuento de América Latina y más allá.
Era tan fuerte la relación que me pareció existía entre la historia tejida por la vida de Manuel, el “poeta muerto”, y la del autor de tantos cuentos legendarios, que me dispuse a lograr que don Juan leyera el cuento de mi amigo.

A partir de ahí, llevaba constantemente conmigo una copia del cuento, a la caza de la oportunidad que valorara como apropiada para compartirlo con el maestro.

Tengo guardada en mi memoria, como reliquia vivencial valiosa, aquella tarde sabatina en que se materializó mi deseo. Primero le hice una introducción sobre la personalidad del autor. Luego hablé de la vinculación que yo establecía entre el protagonista del cuento y la historia personal de don Juan en lo relativo a la literatura.