convergencia Opinión

La publicidad y la G60

La publicidad y la G60

Efraim Castillo

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El proceso creativo de la publicidad utiliza el éxito de los movimientos estéticos para facilitar sus recursos mnemotécnicos: trepa sobre la cinematografía, pintura, dibujo y música. Por eso, la creatividad publicitaria ejerce una función de oportunismo en su propio discurso estético.

Esa correlación produjo -después de la revolución de abril- una masiva fuga desde la joven intelligentsia nacional hacia la publicidad y ésta encontró como aliada de su plataforma creativa a los más talentosos jóvenes escritores pertenecientes a la Generación del 60 (la G60): Miguel Alfonseca, René del Risco, Iván García, Rubén Echavarría, Rafael Vásquez, Rafael Añez-Bergés, Delta Soto, Rafael Villalona y otros. Miguel Alfonseca, que se perfilaba como un excelente creativo, abandonó la práctica publicitaria para afiliarse al movimiento hermético a comienzos de los setenta y René del Risco murió desgraciadamente en un accidente automovilístico a finales de 1972. Podría afirmarse que con la incorporación de esa talentosa promoción al sistema publicitario del país hubo una ganancia neta para su proceso creativo, ya que la mayoría de los seducidos provenía de una izquierda radicalizada, que participaba en programas radiales y protestas callejeras, pero con un gran desconocimiento de la importancia que estaba alcanzando la publicidad como categoría histórica y arma ideológica en la guerra fría, donde la penetración cognitiva suplantaba el enfrentamiento corporal, la lucha armada.

El acuñamiento de «Generación del 60» (G60) le fue dado por los poetas Ramón Cifré Navarro, Luis Alfredo Torres y Lupo Hernández Rueda, que editaban la revista «Testimonio» a comienzos de ese decenio y reproducían en ella los trabajos de aquellos talentosos jóvenes. Ramón Francisco (1929-2004) publicó en 1969 «Literatura dominicana 60», pero fue un cronista excluyente y poco profundo en eso que Ludwig Wittgenstein teorizó como falta de visión histórica («Tratado lógico-filosófico» -1921).

El libro de Francisco cubrió a un grupo e ignoró a otros; y no tuvo una visión de conjunto. Y aunque la valoración histórica «sesgada» constituye para algunos cronistas un juicio válido, es la visión contextual de los momentos en que afloran los movimientos lo que debe ser apreciado. Ese es el valor de la dialéctica como sustancia vital en el estudio de la historia, ya que abarca lo que, estructuralmente, «define el proceso de producción y su relación con las instancias extraeconómicas de la estructura social» (Michael Löwy en «La teoría de la Revolución en el joven Marx» -1971)).

Löwy especifica el adjetivo con que Weber (1922) determina este fenómeno, «freischwebend» (libremente), como una categoría social más alejada del proceso de producción material y donde los intelectuales disfrutan de cierta autonomía con relación a las clases; tal como la coyuntura histórica donde se integró «La G60», alimentando una totalidad que, sin ella, tal vez no hubiese alcanzado los lugares que hoy alcanza.

Sí, la joven intelligentsia que nutrió la estructura publicitaria en el decenio de los sesenta introdujo en sus campañas, anuncios y estrategias, una huella memorial que, aún, permanece como ejemplo en los camciantes procesos mercadotécnicos.