Editorial

La Raza Inmortal

La Raza Inmortal

El destino le tenía reservado la condición de mártires a los 56 expedicionarios que arribaron un día como hoy de 1959, a bordo de un avión bimotor por el aeródromo de Constanza porque circunstancias adversas los conllevaron a padecer hambre, sed y cansancio y a enfrentamientos desiguales con el ejército de Trujillo.

Lo mismo pasó con los combatientes que arribaron por las costas de Maimón y Estero Hondo, en las lanchas Carmen Elsa, comandada por el doctor José Horacio Rodríguez, y la Tinina, al mando de José Antonio Campos Navarro, la mayoría de los cuales murieron durante el desembarco atacados por unidades navales y aéreas.

Enrique Jiménez Moya, comandante de la expedición de Constanza, perdió contacto con sus 32 compañeros y aunque pudo sobrevivir a un primer combate, se dice que fue capturado por campesinos en la comunidad La Auyama, y entregado a las tropas regulares que lo fusilaron de inmediato.

Los otros 23 expedicionarios, al mando del comandante Delio Gómez Ochoa, corrieron la misma suerte de tener que combatir contra miles de soldados regulares y padecer de cansancio, hambre y sed, por lo que casi todos cayeron en combate, o hechos prisioneros y fusilados.

Sólo sobrevivieron el comandante Ochoa, Pablito Mirabal, Poncio Pou Saleta, Mayobanex Vargas, Francisco Medardo Germán y Alfredo Almonte, este último asesinado por esbirros de la tiranía después de ser puesto en libertad.
Fue esa una Raza Inmortal, una expedición internacionalista, integrada por jóvenes idealistas que se forjaron militarmente en la finca ganadera Mil Cumbres, en Cuba, con el anhelo de liberar al pueblo dominicano de la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo.

Las circunstancias se tornaron adversas para los expedicionarios, como lo relata en su diario de campaña el combatiente Johnny Puig Subirá: “a la hora de empezar la batalla, la mitad de la gente estaba semivestida y sin armas a su alcance, y lo peor, no se había acordado de antemano y puesto en conocimiento de todos algo tan elemental como nuestra posición en caso de ataque…”

Ese martirologio de los expedicionarios de junio de 1959, no fue en vano, porque el puro ideal de poner fin a una tiranía sin ejemplo pudo concretarse menos de dos años después con el ajusticiamiento del sátrapa, el 30 de mayo de 1961, por lo que hoy una patria agradecida les rinde tributo de veneración. Gloria eterna a la Raza Inmortal.

Sudelka Garcia

Periodista de El Nacional Digital