La violencia se intensifica en Puerto Príncipe con reportes de enfrentamientos entre la Policía y bandas armadas, mientras el Gobierno habilitó los aeropuertos El Higüero y María Montez para evacuar diplomáticos y dominicanos aún en Haití, pero sigue incierto el arribo de la fuerza de pacificación de Kenia.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, define como “abominable” la crisis haitiana y dijo que su gobierno aportó 80 millones de dólares para financiar el despliegue de la misión internacional, paralizada aún porque los fondos prometidos por Estados Unidos se estancan en la burocracia del Congreso.
Tampoco se sabe a ciencia cierta la conformación del Consejo Presidencial que gobernaría a Haití después de la dimisión del primer ministro Ariel Henry, ni cuándo sería posesionado. De lo que sí se tiene certeza es que el terror se expande, con presencia ya en el exclusivo vecindario de Petion Ville.
Para aprobar el financiamiento a la fuerza de pacificación de Haití, la bancada republicana en el Senado de Estados Unidos ha exigido un informe sobre la crisis, los nuevos comisionados de gobierno, así como el destino de diez millones de dólares entregados a Kenia para entrenamiento de sus tropas.
Una diezmada Policía Nacional haitiana brega por frenar a la coalición de bandas armadas liderada por Jimmy Cherizier, alias “Barbecue”, quien ha mutado desde cruel pandillero a autoproclamado “líder revolucionario” que dice representar los intereses del pueblo haitiano.
El drama de Haití marcha en zigzags siempre por senderos de incertidumbre, tanto así que las naciones que lideran el proceso de diálogo y pacificación, como Estados Unidos y la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom), aplican duros controles para impedir eventuales brotes migratorios desde Haití.
Los ruegos son para que la pugna electoral reflejada en el congreso estadounidense no congele los US$300 millones destinados por la Casa Blanca a Haití, que ahora están en el mismo refrigerador que los 160 mil millones dirigidos a Ucrania, Israel y al programa de contención migratoria.
El traspatio dominicano no debe perder “ni pie ni pisá” a los sucesos que agobian al vecino porque, por muchas razones, hay que aplicar todas las previsiones ante esa tormenta social, que ojalá se aleje de Haití, no penetre al territorio nacional ni diezme a sus instituciones.