Articulistas Opinión

La vigencia de Rosa

La vigencia de Rosa

Chiqui Vicioso

La persona que mejor puede explicar el aparente romance ideológico entre Vladimir Putin y Donald Trump es una mujer, una revolucionaria polaca, que fue asesinada en el 1918 y se llamaba Rosa de Luxemburgo. Rosa, celebrada por la feminista rusa Clara Zetkin, por su “audacia intrépida” y una entrega que “hacia sonrojar a los timoratos y mediocres”, afirma que “El Socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo”.

Dura impugnadora del Socialismo Autoritario, Rosa escribió un folleto mientras estuvo presa, donde denuncia “la tentación de distanciar el ejercicio del poder soviético de la democracia obrera y socialista”. Ese folleto se utilizó para intentar oponerla a la Revolución Rusa y a Lenin, como se intentó enfrentar al Che a la Revolución Cubana, por diferencias sobre el manejo de la economía.

Rosa afirmaba que la transición al Socialismo no se trataba de acelerar, o retardar, el desarrollo autónomo e independiente de la economía por parte del Estado, sino de dirigirlo conscientemente.

Proclamando que “sin una amplia democracia socialista, base de la vida de las masas trabajadoras, se consolidaría una burocracia que extinguiría la vida”, burocracia cuya caída aún resuena. Criticando la tendencia “parlamentaria y de tribunales independientes”, afirmaba que el Socialismo pertenece a la familia libertaria más radical, o Rousseauniana, muy distinta a los llamados “Socialismos Reales europeos”.

El planteamiento de Rosa que cobra mayor vigencia es su énfasis precursor en la dimensión cultural como el componente central de una nación, hecho comprobable a partir de la apabullante exportación planetaria de los valores nacionales norteamericanos, vía su industria cultural en particular el cine y la música, la cual promueve su hegemonía mundial.

En ese contexto, Rosa veía a Religión en su relación con el Socialismo, desde una óptica historicista y al Cristianismo en particular como un ejercicio de “ferviente comunismo”, homologación del ideal de los trabajadores revolucionarios, con el afán cristiano de igualación humana.

Rompiendo con el determinismo economicista del “Marxismo Ortodoxo”, según el cual “la sociedad marcharía de manera necesaria e indeclinable hacia el Socialismo”, Rosa planteaba que la historia humana tiene un final abierto, no predeterminado por el desarrollo de las fuerzas productivas sino por la lucha de clases.

Hoy, según Rosa, nuestras alternativas son dos: Socialismo o Barbarie. Podemos avanzar hacia una sociedad desalineada, y solidaria, con una conciencia más humana vía el Socialismo, o hacia una sociedad “pragmática”, donde surjan fundamentalismos de todo tipo y especie, como el ultranacionalismo de LePen; el separatismo italiano; la Norteamérica de Trump; o la “Gran Rusia”.