Opinión

Lecciones de un proceso

Lecciones de un proceso

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Como hemos constatado en esta serie, tres elementos fundamentales convergieron para que el certamen comicial haya transcurrido de manera cónsona con esos factores: Las características del PLD en términos de su disposición de utilizar el poder en la medida necesaria para lograr sus objetivos, demostrado en reiteradas ocasiones; la torpeza sobre la cual se produjo la participación de la oposición, que de forma irresponsable supuso que podía hacer magia sobre la base de análisis carentes de sentido de la realidad; y, como si fuera poco, un contexto institucional que opera a merced de las directrices trazadas desde el poder ejecutivo.

Acudir a una competencia con un panorama de tal nivel de inequidad, debía constituir indicio infalible de por dónde irían los resultados. Es cierto que no hay derecho a hacer un uso tan abusivo de una hegemonía política conquistada bajo mecanismos que no resisten un análisis mínimo de legitimidad, pero quienes estaban llamados a estar conscientes de eso y presionar antes de que todo se consumara, carecen de autoridad para quejarse de lo que a todas luces era crónica de masacre anunciada.

Lanzarse sin la debida protección a terrenos poblados de fieras amaestradas y hambrientas, bordea la tipificación del suicidio.

Acaso puede olvidarse que la institucionalidad dominicana viene siendo estructurada desde hace tiempo para ser una caja de resonancia de los intereses de las fuerzas políticas que dominan desde entonces? ¿Quién puede alegar ignorancia sobre los criterios a partir de los cuales se constituyeron las altas cortes de la república? ¿Quién puede citar una entidad estatal que represente un dique de contención para los excesos del poder? ¿Hay en la nación una efectiva separación de los poderes? ¿Puede confiar quien eleve alguna instancia ante el Tribunal Superior Electoral, en que su caso será fallado conforme a estricto derecho? ¿Ejercen los estamentos llamados a hacerlo un efectivo control y supervisión del gasto público? ¿Es la JCE un organismo que reúne las condiciones esenciales de todo árbitro auténticamente imparcial? ¿Son las reglas de competencia electoral garantías de una participación en igualdad de condiciones?.

Las respuestas a esas interrogantes son obvias y no ameritan ser explicitadas. Lo más grave es que el cuadro dantesco que ellas configuran, deviene en círculo vicioso que genera mayor concentración de poder y manipulación. Las fuerzas dominantes incrementarán su predominio después de agosto. De reiterarse la ineptitud de quienes las enfrentan, el 2020 nos sorprenderá rumiando idénticas frustraciones.

El Nacional

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