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Lejos de la verdad

Lejos de la verdad

Luis Pérez Casanova

 La investigación para identificar a los autores materiales e intelectuales del asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moise, parece estar cada vez más lejos del camino que conduce a la verdad. La viuda del mandatario, Martine Moise, incrementó las dudas al declarar en el funeral que las “aves de rapiña” que lo ultimaron “siguen corriendo por las calles”.

“Ni siquiera se esconden” –agregó-  “están ahí obsevándonos y escuchándonos”. La afirmación no concuerda con el curso de la pesquisa sobre un magnicidio que desde el día 7 a la fecha no ha hecho más que enredarse con informaciones oficiales que por ilógicas encajan más en la fantasía.

Mientras la Policía responsabiliza del suceso a un comando de 26 sicarios colombianos los cabos sueltos sugieren que se protege a los verdaderos culpables o que se teme a la verdad.

Además de la afirmación de la viuda, no se ha establecido si en verdad Moise pidió ayuda el día que lo torturaron y  ejecutaron de varios disparos mortales por necesidad, incluido uno de gracia en la frente.

Todo ocurrió fuera de la habitación matrimonial. Por un ritual vudú al cadáver le sacaron un ojo. En la balacera su esposa Martine, que estaba con él, resultó herida, pero no fue rematada. Los atacantes le abrirían un ojo para asegurarse de que estaba muerta, antes de salir de la residencia.

Ha extrañado que los casquillos de las balas se encontraran fuera y no dentro de la mansión. El papel de la seguridad del mandatario es otra incógnita. ¿Por qué los agentes no estaban en la casa?

El Gobierno colombiano ha negado que sus nacionales fueran los autores del asesinato y apuntan a Dimitri Herard, jefe de la Policía, quien en la víspera había realizado viajes considerados sospechosos al país suramericano, Ecuador, Panamá y República Dominicana.

También se presume que fue la persona a quien llamó el mandatario para pedir ayuda. Moise había declarado días antes que sectores empresariales tramaban eliminarlo para adueñarse del poder.

Pero tras su muerte quien se apropió de inmediato del mando fue el destituido primer ministro, Claude Joseph. Cuando Ariel Henry, el premier designado por el gobernante horas antes de ser abatido, reclamó el cargo, sorprendió que Estados Unidos y la OEA dijeron que el puesto le correspondía a Joseph. Pero desde que la investigación comenzó a enredarse, Washington modificó su posición y pidió a Henry que formara Gobierno.

El cambio de parecer aumentó más las sospechas de que las autoridades haitianas no decían la verdad sobre un crimen plagado de incógnitas.

Las evidencias y las deducciones indican que para aclarar un crimen con tantas incógnitas en el aire no hay ni que pensar en un Sherlock Holmes. Basta con reorientar las investigaciones, comenzando por el principio.

Por: Luis Pérez Casanova (l.casanova@elnacional.com.do)

El Nacional

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