Como resultado de la importancia atribuida a la razón durante el siglo XVIII, conocido como “el siglo de las luces”, la locura fue confinada al terreno de lo absurdo y lo irracional. Y, en consecuencia, los enfermos mentales sometidos a la burla, menosprecio y absoluto rechazo social.

La locura, a lo que todos temen, fue tema obligado de los intelectuales de la época. Lo absurdo e irracional se exhibió en la dramaturgia europea, en particular y de manera muy bella en las comedias de Molière.

La glorificación de la razón y la falta de tolerancia para lo irracional, continuó hacia la discriminación al enfermo mental.

Los prejuicios se han mantenido a través del tiempo, expresándose en la antipsiquiatría. Su clímax fue conocido en la década de 1960 cuando Thomas Szasz publicó “El mito de la enfermedad mental”, obra considerada como el acta fundadora de la antipsiquiatría. Ronald D. Laing, autor de “El yo dividido”, fue otra de las figuras representativas de la antipsiquiatría de esos años. En ocasiones se expresan otras voces, sin la profundidad crítica de Szacz y Laing.

El desarrollo de las ciencias y la tecnología han ido aportando conocimientos relativos al cerebro, lo que le ha permitido a la Psiquiatría , como a la Neurología y Neurocirugía, ganar el respeto de la colectividad científica.

Hoy, los psiquiatras contamos con la evaluación en forma de cuestionarios y escalas clínicas para los trastornos psicóticos, depresión y ansiedad, síntomas obsesivos, compulsivos y manía.

Podemos auxiliarnos de pruebas de laboratorio, estudios de imagen cerebral, marcadores biológicos e investigaciones neuroendocrinas, entre otros. La prevención, tratamiento y rehabilitación ya son posibles, para que prevalezca la “razón” de Molière.