El saldo provisional oficial de 25 fallecidos en sucesos derivados del disturbio tropical sin precedente, con acumulados de más de 431 mil milímetros de agua que son una marca meteorológica, deja al país con declaratoria de tres días de luto, con un manto de dolor colectivo y múltiples lecciones por aprender.

El cambio climático provocado por la agresión del ser humano al planeta, al que se atribuye el inusual patrón pluviométrico fuera de época, envía señales de que la humanidad está compelida a mejorar su relación con la naturaleza para mantener el equilibrio ecológico que le permita sobrevivir en el globo terráqueo.

La tragedia nacional tuvo dos escenarios fatídicos y distintos, las víctimas del desplome de parte del muro de contención de un paso a desnivel en Santo Domingo, presionado por las aguas, quienes murieron aplastadas dentro de sus vehículos y los ahogados por crecidas de ríos e inundaciones urbanas increíbles.

Todos los casos son lamentables, irreversibles, dejan luto y dolor, así como enseñanzas para evitar repeticiones, por lo que las autoridades tienen el reto y compromiso de velar por el permanente y adecuado mantenimiento de las infraestructuras públicas y los ciudadanos ser previsores y no desafiar el peligro.

No es hora de buscar culpables, sí de establecer responsabilidades, exigir investigaciones, tomar previsiones, promover mayor conciencia ciudadana para evitar imprudencias y propiciar educación ecológica que impida reeditar el espectáculo de acumulación de desperdicios plásticos que taponan desagües.

Los archivos periodísticos de 1999 revelan que el peligro del desplome del muro fue advertido, no se hicieron las correcciones de lugar, y por eso ahora corresponde que la inspección anunciada por el gobierno no sea solo un diagnóstico, sino que implique acciones inmediatas que impidan más tragedias.