Hugo Chávez simboliza, auténticamente, el pluralismo con justicia social. Se legitimó en 13 limpios certámenes en un liderazgo vanguardista en Venezuela, a contracorriente de Nicolás Maduro, quien sombríamente ha empujado a cerca de ocho millones de nacionales por disímiles laberintos extranjeros y adulteradamente intenta proseguir mandando. Se ha lanzado contra viento y marea, como un desbocado caballo con anteojeras, y lastimados los nexos históricos entre República Dominicana y Venezuela.
Apena que jóvenes indignados y confundidos estén derribando bustos de Chávez, cuyo fallecimiento causó tribulación, dolor y llanto en el mundo aquel 5 de marzo de 2013 cuando se anunció que físicamente había sucumbido ese ser humano solidario, humanista y líder que inició la transformación del modelo de marginación social de su país.
Con una visión geopolítica e internacionalista extraordinaria fomentó, inspirado en el ideario de Simón Bolívar, la confraternidad, la cooperación y la integración de América Latina, vía el Acuerdo de Petrocaribe, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba) y otros novedosos organismos.
Al presidente Chávez lo envenenaron con un fármaco especial que provoca enfermedades crónicas e induce a un cáncer, suministrado por la enfermera de su cuerpo de seguridad Claudia Patricia Díaz Guillén -quien ahora está protegida en Estados Unidos-, conforme con un examen forense y testimonios de médicos cubanos, así como del área radiológica, química y biológica de las Fuerzas Armadas Rusas.
Dejó como sucesor a Maduro y como herencia al chavismo promotor del socialismo del siglo XXI que, en poco tiempo ha dado 10 pasos hacia atrás. Democrática y económicamente, Venezuela ha retrocedido. Desde un principio, Maduro atrajo la controversia más feroz.
El presidente Maduro ahuyentó las inversiones, subió la inflación y la escasez de productos, no equilibró las finanzas públicas ni reconstruyó el aparato productivo, que recibió pinchazos con Chávez y hoy acusa un deterioro sin precedentes. Este fracaso perfora a los venezolanos.
Maduro ha sido mal aconsejado. No ha emulado a los jefes de gobiernos cercanos al socialismo del siglo XXI, como los esposos Néstor Kirchner y Cristiana de Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile, Inacio Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y José Mujica en Uruguay, que han respetado la voluntad popular y transferido la silla presidencial a triunfadores electorales.
Por el dogmatismo intransigente y la ausencia de ecuánime objetividad, Maduro tira por la borda el ideario y el legado de Chávez; ha masacrado a los venezolanos, deslustrado el socialismo y se encamina al abismo. Aunque sofoque las protestas internas, por el aislamiento internacional tendrá que tomar un avión rumbo a un país amigo, para que Venezuela vuelva a trillar la senda de la democracia y el progreso socio-económico.