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Memorias: los 78 años de la Codetel

Memorias: los 78 años de la Codetel

Cuando el señor Carlos Slip desde “México lindo y querido” dispuso, (o estuvo de acuerdo con sus asesores), él retorno a la Compañía Dominicana de Teléfonos del familiar y querido nombre de Codetel, sufrí un colapso cardíaco de alegría y añorados recuerdos.

Nunca entendí porqué a mi querida Codetel le había impuesto desde afuera un apodo yankee (ni siquiera es inglés) que nadie entendía. Por eso el mismo día de la renovación del nombre le dije al nombrete: “Versión, go home”. Y no podía añadir: “y llévame contigo…” por la estrepitosa caída de las finanzas del Tío Sam.

Era muy familiar Codetel entonces. Yo la conocí desde los primeros años de la década de los sesenta cuando muchos no usábamos el cero (0) para nada.

Si se trataba de conseguir un número telefónico o un cambio de línea o de un poste deteriorado que se caía, lo que fuese, uno corría en su automóvil para la 30 de Marzo y ahí, de una vez, casi sin sentarse, saludaba brevemente al doctor José Antonio Martínez Bonilla, presidente de Codetel y orgulloso pero tranquilo hermano de Joe, héroe de la invasión de Luperón y ambos esclarecidos Serie 23.

Si el problema era de la cuenta por pagar, uno doblaba hacia la izquierda a la oficina de doña Lolita, Dolores de los Santos de De Moya, sufrida esposa del omnipresente Fernando de Moya. Todos hoy difuntos.

Doña Lolita, que era una especie de gerente general, dejaba contento al más exigente de los clientes, que se sentían irrefenablemente obligado a cumplir con la Doña más que cumplir con Codetel.

Todo era familiar. Aquí viene bien el ridículo objetivo que se oye a veces por la misma telefónica “personalizado”. De tal manera que aunque tu no tuvieras una queja o una consulta o un cambio, si estabas por el parque Independencia y te sobraba tiempo, parqueabas el carro en la 30 de Marzo que, entonces se podía, y dabas un brinquito para saludar aun de “lejitos” a esos beneméritos patriarcas del servicio telefónico del país.

Y creo que el antiguo edificio sede de Codetel que por años dio un servicio eficiente y sin la más mínima queja de los usuarios, debe ser declarado Patrimonio Nacional.

Hablando de personajes relacionados con el antiguo Codetel, recuerdo que en un círculo familiar, no digo si español o dominicano, poseía el afortunado secreto de un numerito telefónico que tenía el embrujador efecto de conectarse con un operador de larga distancia que a su vez te comunicaba con cualquier número en España completamente gratis.

El brillante operador, que conocía a sus clientes, se daba después una vuelta por la casa o la oficina de su “cliente” para recoger el fruto de su sabiduría.

El instruido operador desapareció durante la Guerra de Abril del 65. Las más fantásticas explicaciones se dieron a su desaparición. Unos decían que una bala enemiga le atravesó el corazón cuando él luchaba por la Patria en la misma 30 de Marzo arriba frente a las tropas yankee.

Otros contendían que no, que fue descubierto por un fino detector de circuitos que habían traído los “americanos” junto a sus cervezas por pila, quesos y además de leche en polvo al desembarcar por la Playa Roja de Haina.

Años después me mudé para el ensanche Alma Rosa, porque mi amigo don Mario Bobea Billini, (e.p.d.) me habló de una casa con un solar a un precio muy llamativo.

A mi frente, residía el fundador de todo el entorno, don Augusto Chotén y su distinguida esposa doña Graciela García Godoy que le dio postmortem a la calle Trece. Con ellos vivía su hija Alma Rosa que le dio el nombre al ensanche. Las calles muy bien trazadas eran de caliche y carecían de postes para el alumbrado y el teléfono.

Me fui a ver a mi amigo José Antonio Martínez Bonilla de Codetel le dije que me era fácil postes del alumbrado público por medio de don Julio Sauri meritorio administrador general de la CDE.

José Antonio me indicó que hacía bien en adelantarme, porque muy pronto habría tendido telefónico para todos porque se iba a instalar una planta de Codetel para la zona oriental y todo el Este. La planta se iba a instalar en mi propia calle Trece esquina Costa Rica a dos esquinas de mi casa. Corrieron los meses y recibo una carta del señor Celso Thompson, director de relaciones públicas de Codetel, todo un caballero, amable y eficiente, que me invita como vecino a la inauguración de la nueva planta de Codetel en la calle Costa Rica para el Este de Santo Domingo.

Creo que fui a pie. Presidía el presidente de la República doctor Joaquín Balaguer, y, entre otras personalidades, el General Juan Folch Pérez, jefe de Estado Mayor de la cercana FAD muy interesado en comunicaciones y que no se desplazaba fácilmente fuera de la base aérea.

Pero el festejo de la inauguración de la planta duró poco, porque pronto los “robalambres” se entusiasmaron al ver los gruesos cables telefónicos que salían de la planta para ser después distribuidos y redistribuidos como tela de araña.

De madrugada me despertaba un enorme rudo “slam” de algo pesado que caía en el pavimento al frente.

Al día siguiente personal de la seguridad inspeccionaba la acera frente a mi hogar.

Un día la curiosidad me mandó frente a la acera para hablar con la seguridad. Conocí al jefe, de apellido Montalvo, quien me pidió que cuando oyera el ruido lo llamara desde mi teléfono, claro, de Codetel, a las oficinas de la 30 de Marzo.

Recuerdo que mi buen vecino Gregorio Mora, (e.p.d.), me aconsejó que no lo hiciera, porque los bandidos iban a caer en la cuenta de quien era el “soplón” y yo pagaría las consecuencias.

Pero Gregorio no se levantaba con el susto y mi primer hijo ya comenzaba a despertarse también. Así, a la siguiente visita de los “robalambres” llamé a Montalvo y su equipo, apresaron a los maleantes y desde esa noche empezamos a dormir con felices sueños.

Después la Codetel se despersonalizó hasta tanto que llegaran a cambiarle el nombre.

Ahora ya regreso al Codetel de mis recuerdos. Mi asombro es grande porque dicen que ya cumplió 78 años.

Felicidades, muchachita Codetel. Que cumplas muchos más…!

El Nacional

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