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Aunque el libro «La Publicidad en República Dominicana y las experiencias de Freddy Ortiz» no esboza una crónica memorial ni para asentar ni reinventar la historia, sí cuestiona la pormenorización que esta división del trabajo capitalista -tan salvajemente desdeñada en el pasado- y testifica el equilibrio de los conceptos y variables que se mezclan para estructurar la economía de los mercados.
En el libro, Ortiz camina y señala —a manera de guía— los vectores que inciden en los hábitos del consumo y, sobre todo, en las consecuencias producidas por los yerros que conlleva la imitación.
Desde el primer capítulo, «Llegaron los burros», hasta el final, «Sobre la regulación publicitaria», el libro de Ortiz es una verdadera respuesta-testimonio del espíritu íntimo, de ese movimiento que alienta a los integrantes de una agencia publicitaria a servir con esmero a su clientela y donde el agradecimiento de ésta es una espera estéril, inútil, vaga, ya que nunca llega.
Y eso lo sé -y me duele-, debido a que en el medio siglo que dediqué a la publicidad, la investigación de mercados, la creación de anuncios y a la atención de clientes, sólo recibí el agradecimiento de dos de ellos, ambos procedentes del medio oriente, uno de Palestina y el otro del Líbano (esos ciudadanos a los que llamamos «turcos», la mayoría de ellos entrañablemente sinceros. A esos dos clientes les agradezco el maravilloso feed-back de afectos que me prodigaron.
«La Publicidad en República Dominicana y las experiencias de Freddy Ortiz» deberá ocupar -en la bibliografía publicitaria del país- un espacio consultivo y de instrucción didáctica, porque en él se revelan de manera pragmática los signos y significaciones señalados por Charles S. Peirce en «El hombre, un signo» , y los que, al mezclarse, producen el juego y los correlatos que presionan los hábitos y singularidades de los sujetos en la sociedad. Ortiz —en muchos de los artículos agrupados en el libro— aborda, de manera intuitiva, la teoría de Peirce de que existe una correlación directa entre un sujeto, el signo, su representación, el acto comunicativo, el sentido, otro sujeto y un nuevo signo , porque en todo acto de comunicar —aún en una simple conversación— «emerge la resignificación del signo, el cual siempre remite a otro signo» .
Sí, no me cabe la menor duda de que «La Publicidad en República Dominicana y las experiencias de Freddy Ortiz» conquistará un lugar destacado en la lista de textos consultivos sobre los cada vez más intrincados campos de la publicidad y el mercadeo; algo que verdaderamente me enorgullece, en virtud de que su autor —más allá de algunos puntos álgidos surgidos en nuestras relaciones— ocupa un espacio de admiración y cariño en los huecos profundos de mi memoria y mi corazón desde que le conocí en 1967, mientras laborábamos en la publicitaria de Bernardo Bergés Peña, una agencia que ayudé a estructurar a finales de 1966.
Edición de J. Vericat, Barcelona: Crítica 1988, pág. 284.
Ibíd.
Ibíd.