República Dominicana es el destino más cercano, no necesariamente el preferido, para los haitianos expulsados de su país por la pobreza y la violencia.
A pesar del traumático cuadro, este país no tiene por qué cargar con la desgracia de nuestros vecinos, quienes además de abandonados son rechazados cuando tocan las puertas de potencias como Estados Unidos. La inmigración haitiana, legal e ilegal, ha adquirido dimensiones tan perturbadoras que el director de Migración, Enrique García, ha advertido que de no detenerse los dominicanos podían perder el territorio.
García indicó que es obligatorio y urgente regularizar la mano de obra indocumentada, la construcción de la verja fronteriza y la repatriación de los ilegales para no perder el país sin tirar un tiro.
La necesidad de subsistir empuja a los ilegales a crímenes y delitos, además de violentar normas de prevención de enfermedades. Es penoso que gente que huye para sobrevivir tenga que ser devuelta a su territorio, pero la realidad no deja otra opción.
Además de Estados Unidos, haitianos indocumentados han sido repatriados de México, Chile, Brasil, Panamá, Costa Rica y hasta desde Cuba. El panorama expuesto por el director de Migración es para que quienes contratan inmigrantes ilegales, se dice para pagarles menos salarios, entiendan no solo la obligación de regularizarlos, sino de que con la decisión atentan contra la integridad de la nación.
