En el último lustro de nuestra vida política, el hombre más vituperado ha sido el ingeniero Miguel Vargas Maldonado, candidato presidencial y presidente del Partido Revolucionario Dominicano, quien ha resistido muchos términos peyorativos y abyectos, disparados de diferentes flancos en un intento fallido para disminuir su imagen.
Pasada la campaña infamante, Miguel perdona a quienes recurrieron a la mentira y a la infamia y abre los brazos a la conciliación y la concertación, con miras a la construcción de un gran espacio político que reúna a los opositores del gobierno del PLD, y salir airoso en las elecciones del próximo año.
Emulando al líder histórico del PRD, José Francisco Peña Gómez, Miguel Vargas se hizo eco del discurso pronunciado por el otrora carismático político, cuando en un discurso, en las proximidades de su muerte, perdonó a todos aquellos que los maltrataron con palabras difamatorias para cerrarle el camino a la presidencia de la República Dominicana. Peña Gómez manifestó: “yo amo a mi pueblo, a mí país a lo largo de toda mi vida he pagado un alto precio por eso, he recibido ataques feroces a veces con veneno muy sutil como ahora, pero yo los perdono, mis adversarios pueden contar conmigo…. con mi perdón”.
El perdón siempre ha existido entre los líderes del PRD. El ex presidente Juan Bosch, cuando se juramentó en el 1963, aplicó la política de “borrón y cuanta nueva”. También es preciso recordar que líderes mundiales han perdonado a sus verdugos. Es relevante citar a Nelson Mándela, quien perdonó a los sanguinarios que lo persiguieron y lo encarcelaron por más de 27 años, pero no impidieron que alcanzara el Premio Nobel de la Paz y la presidencia de Sudáfrica. En el discurso de toma de posesión Mándela dijo: “ha llegado el momento de curar las heridas. Contraemos el compromiso de construir una sociedad en la que todos los sudafricanos, tanto negros como blancos, puedan caminar con la cabeza en alto, sin ningún miedo en el corazón, seguros de contar con el derecho inalienable a la dignidad humana”.
Nunca hemos deificado alguna persona, sino que reconocemos el alcance y significado de la palabra perdón. Miguel nunca recurrió a la justicia para obtener una reparación penal o civil a los daños causados por sus detractores, pues quien perdona renuncia al castigo o a la restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor y ofendido no queden afectadas.