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Mujer excepcional

Mujer excepcional

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Casi la totalidad de los elementos que conformaban su perfil social y económico, permitían suponer una ruta vivencial absolutamente distinta a la que terminó asumiendo. ¿Cómo imaginar que una niña consentida; con todas las posibilidades para tener lo que anhelara; con acceso sin reservas a la cúspide de la pirámide del entorno que la rodeaba, se le ocurriría inmiscuirse en asuntos que suelen ser extraños para quienes son proclives a creerse que el mundo se reduce a sus fronteras existenciales?.

No era su caso. Desde muy jovencita, empezó a dar muestras de interés en asuntos que llamaban mucho la atención de su círculo familiar y de amigos, que no asimilaban cuáles beneficios podía derivar por correr los riesgos que implicaba cuestionar resortes de poder rabiosamente decididos a enfrentar de la peor manera la más mínima manifestación de disidencia.

Pero nació con temperamento indómito. Mientras más difícil parecía la materialización de sus ideas, más entusiasmo le producía descubrir las formas de convertir en realidad sus sueños.

Una de sus pasiones era la lectura y eso le permitió confirmar que lo que sucedía en su país estaba muy lejos de características tan diferentes que primaban en otras latitudes. Eso selló su decisión de dedicar sus días a intentar transformar una realidad que a ella le parecía inaceptable.

Su ingreso a la universidad representó un enorme impulso cualitativo en la conformación de su sistema de pensamiento. Estableció amistad profunda con personas que le impresionaron por las coincidencias de sus criterios y la visión del mundo.

La decisión surgió de forma espontánea.
Unirían esfuerzos para combatir el estado de cosas que mantenía sometida a la nación bajo un régimen oprobioso.
Uno de esos cómplices en la lucha que desarrollaban se convirtió en su pareja.

Ambos organizaron la estructura organizativa a partir de la cual implementarían la estrategia que habían delineado. Ni ellos sospechaban la dimensión que alcanzaría lo que estaban haciendo. Ahí se decidió su suerte.

Se desataron los demonios de la intolerancia y la represión. Primero fue el intento por seducirla y atraerla al redil de la genuflexión. Su firmeza radicalizó las fieras y la orden no se hizo esperar.

El pánico se apoderó de su familia, potencializado por no explicarse su despreocupación ante el peligro que asechaba.
Aquella medianoche tocaron la puerta. Ante la noticia del accidente, todos se miraron y comprendieron. Había llegado la hora fatal de ir por su cadáver.