Su condición de lideresa y vocación de servicio se manifiestaron desde su adolescencia. En la escuela, los profesores la ponían a dirigir trabajos colectivos, seguros de que obtendrían los resultados esperados.
Generaba magníficas ideas, y completaba su creatividad planificando sus propuestas y materializándolas.
Era muy admirada. Siendo tan sobresaliente, nadie la superaba en humildad. Era la primera que acudía donde pudiesen necesitarla. Concibió mecanismos para ayudar personas vulnerables, en quienes ejercía gran incidencia derivada de su personalidad contagiosa y ánimo siempre alto.
Aquel sábado, al caer la tarde, regresaba del batey donde acudía cada mes. El motivo era llevar alimentos comprados con aportes recibidos de voluntarios que cooperaban con la causa por la confianza que depositaban en ella. Próximo a la capital, una patana cargada de cemento embistió la camioneta donde viajaba junto al conductor que murió al instante. Ella sobrevivió, pero su condición era de gravedad extrema.
Fue ingresada en el cercano hospital traumatológico donde, para evitar males mayores, amputaron su pierna derecha. El personal que intervino no podía creer la estoica reacción que tuvo al percatarse de la situación. “Por suerte tengo dos”, dijo, dejando a todos atónitos.
Cuando fue despachada y se insertó en sus actividades, su nueva condición hizo que aquel caudal de humanidad y solidaridad se potencializara. Focalizó su misión en personas con discapacidades, quienes se motivaban con su ejemplo de coraje.
Años después, y como resultado de los logros trascendentes que alcanzó desarrollando los programas que puso en marcha, fue homenajeada por el Estado de la nación, como mujer inspiradora y ejemplo a seguir. La ovación fue cerrada y su alegría incontenible concitó la adhesión de un público que se rendía ante la grandeza de un ser humano al que nada le arredraba.
A la ceremonia de entrega del reconocimiento acudieron importantes personalidades de todos los sectores. El evento culminó con una orquesta merenguera cuya vocalista principal era una figura icónica de la música representativa del país.
Al sentirse estremecida por las contagiosas notas del ritmo que le apasiona, sin pensarlo dos veces, tomó sus muletas, se dirigió tan rápido como sus limitaciones le permitían y fue directo donde estaba sentado el primer mandatario y le invitó a bailar. Aquello fue el punto culminante de la admiración extraordinaria que concitaba. Todos quedaron admirados de la cadencia perfecta que delataban los pasos que daba, sustituyendo su faltante extemidad por el instrumento metálico que le auxiliaba.