(En el centenario (1924-2024) del nacimiento de mi amigo y compadre, Ramón Oviedo)
Durante la gobernación de Bernardo Vega en el Banco Central (1984), éste solicitó a Ramón Oviedo (1924-2015) la realización de un mural en el pent-house del edificio principal de la entidad bancaria, precisamente el lugar donde se asientan las reuniones de la Junta Monetaria del país.
El mural ordenado por Vega en el espacio señalado, cuyas medidas (75 X 245 pulgadas) impedían uno de los trece formatos clásicos en el uso antropológico del espacio (James J. Gibson: “The perception of the visual World”, 1950), tuvo que realizarlo Oviedo apelando a la experiencia que adquirió durante los años que ejerció la dirección de arte en diferentes agencias de publicidad del país, desde final de los años cuarenta y los cincuenta, hasta la mitad de los sesenta (Yépez Alvear, Ricart, Excelsior y Fénix), donde debía realizar —en enormes y complicados formatos— vallas publicitarias para cervezas, rones y alimentos; y esa experiencia sobre el dominio de los amplios espacios le permitió adaptar el motivo histórico que desarrollaría en un formato tan alargado, pero inmensamente creativo.
Así, el proyecto del mural fue creado y bosquejado con el nombre de Evolución, el cual fue presentado a Vega, quien lo aprobó en el acto.
El mural Evolución narra, en un lenguaje expresionista-abstracto una historia que podría ser la leyenda del mismo hombre, filtrada a través de los mitos, pero referenciando mediante intensos rojos los avatares que han marcado la existencia de nuestra nación y remarcando en magistrales ritmos las cosmogonías transitadas por la humanidad, así como los éxtasis y agonías para alcanzar la luz o, si se quiere, las utopías redentoras.
Realizado en el maravilloso período de los rojos intensos, donde la fusión carnal se convierte en esperanza, el mural Evolución es un canto a la lucha tenaz del hombre tras la búsqueda incesante de la reivindicación y la alegría. Las etnias, los géneros, las religiones, los mitos, las luchas, las herencias de las civilizaciones que nos han precedido, todo lo sintetiza Oviedo en un lenguaje poético donde la metáfora, como tropo esencial, es el propio hombre y su carrera de ascensión hacia los rincones desconocidos del cosmos.
En Evolución, Oviedo magnifica el aura de la imagen, su poder en repetidos ecos, su presencia como espejo de los tiempos y la explaya hacia una búsqueda fabulosa de los arcoíris multicolores, hacia los correlatos donde los goces se encuentran abocados a identificarse con la realidad de la propia historia y, por lo tanto, con los dolores y angustias que siempre superviven a través de los rituales y las epopeyas. obra.)