El PRM anunció jornadas de crecimiento en todo el país con el objetivo de sumar seguidores con miras a las elecciones del 2024. El hecho de hacer este anuncio, dicho con sorna refleja que la preocupación se apodera de la dirección del partido cuando se entendía que la realidad calculada es que el Estado-festín atrae aliados. El Gobierno tiene ventaja al manejar presupuestos billonarios que resultan un atractivo envidiable para la oposición y de encantable para futuribles candidatos, indudablemente.
Pero la admiración surge porque los blanquiazules se congratulan de sus estudios demoscópicos: “tenemos 58% en las encuestas”, nos dicen, sin embargo, en forma sobreactuada aparece una comisión que hará “coaliciones”con otras organizaciones llamándole por anticipado como la más grande coalición política que habrá de darse en la historia reciente de RD. Indiscutiblemente que señales ambiguas se muestran, y además visitas y encuentros propios del anecdotario cómico del ex- presidente con propuestas grotescamente insultantes para su militancia dejan un mal sabor y dudas en el pretenso apoyo del electorado.
El mapa político parece preocuparle porque en la oposición se va organizando una suerte de realineamiento entre quienes no lucen con interés de apoyar al Gobierno, por un lado, y por el otro el peledeísmo en sus cuadros bajos viene acercándose propio de una genealogía que se remonta a sus victorias electorales sólo posibles por la unidad de ellos aún no de sus cúpulas. Pienso que ese sueño se hace más enfático con Leonel que con Abel porque su partido anda en continuo malestar por renuncias que protagonizan su vaciamiento.
Fernández es inclusivo y creíble electoralmente, y le facilita su aspiración de conseguirle asiento palatino al boschismo, pues su empatía y su amplio consenso por ser ex-presidente -¡su oficio!- facilita tender puentes de unidad con sectores decisivos posicionados en la ola de reproches y de consecuencias prácticas que se derivan de ello. Claro, en el perremeísmo nadie pronostica ese derrotero.