Ha sostenido el papa Francisco: ¿Porqué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?. Válido argumento que le da verdadero sentido a todo lo que está sucediendo. Y un aspecto que conforma esa interpretación es el hecho que, al menos en los últimos cuatro años, la verdadera y genuina autoridad ha venido decayendo.
Estamos en un ambiente de desorden y caos en las ciudades y en caminos y carreteras del país, y además reina la impunidad en el que pocos pagan por sus culpas.
No vale editoriales, que no invitan a cambiar leyes, sino a aplicarlas. La verdad que actuamos como si pretendiéramos el derribo de las instituciones, toda una gleba anónima que día y noche destruye el bienestar, y una “autoridad” que se ridiculiza al criticar a su propio aparato o cuerpo de la ley, descalificando su incapacidad de actuar.
Se sabe que los medios reflejan un ideal o interés a conseguir un pulso de conciencia que lleve a movilizar un segmento importante de la población que no se plantea la más mínima rebeldía contra el estado caótico que vive, es decir, los que viven en una “trampa” en su propio entorno, como lo enfoca el Listín Diario en su editorial del sábado 21 de diciembre de 2024: “Razones para huir de la capital”.
Sin embargo, en horas difíciles la máxima autoridad se ha aferrado a la sutileza maquiavélica con su arte de desactivar el riesgo de desestabilización mediante el reparto de bonos a todos los niveles poblacionales para integrarlos al silencio, es decir, callar al colectivo que utilizó como domador de la fiera peledeísta.
La verdad que todo esto nos da la sensación de que seguirá el desastre, y que acabaremos obligados a vivir en un país abierto, con una población haitiana indisciplinada y ajena a nuestras costumbres, sin fronteras ni muros, sin “manager” y sin árbitros, en un terreno ideal para los listos, pero complicado para los buenos ciudadanos.