Opinión

Nuestros niños: un boomerang

Nuestros niños: un boomerang

En 1978, la poeta Lourdes Casals ganó el premio Casa de las Américas con su poemario “Palabras Juntan Revolución”. Sus poemas rápidamente pasaron de boca en boca: “Demasiado habanera para ser newyorquina, demasiado newyorquina para ser, para volver a ser,cualquier otra cosa”.

Estos poemas tuvieron una trascendencia mas allá de la palabra, porque Lourdes fue la fundadora de la brigada Antonio Maceo, para los quince mil niños cubanos que padres en plena euforia anticomunista, enviaron a los Estados Unidos, donde fueron adoptados por 30 Estados, cuando triunfó la revolución.

Esos niños fueron víctimas e instrumentos de la entonces Guerra Fría, y por eso fueron acogidos de inmediato y adoptados a nivel nacional en Norteamérica, de donde muchos partieronhacia Cuba, , ya adultos, en búsqueda de su identidad y raíces.

El problema es que la Guerra Fría terminó y ahora lo que vivimos son sus estragos. Los 57,000 niños de México, El Salvador, Honduras y Guatemala, que siguen cruzando en masa la frontera de los Estados Unidos, son los huérfanos de los golpes de Estado y las guerras de anexión que en Centroamérica, en defensa de la United Fruit Company, ejecutó el gobierno norteamericano contra esos países, cada vez que querían renegociar los contratos, hacer una reforma agraria o implementar la justicia social.

Esos niños y niñas ya no son útiles como arma de guerra ideológica, ahora son una papa caliente para el presidente Barack Obama, porque el 69% de los votantes hispanos apoya que se les de refugio, que no se les deporte a una muerte, o abandono seguro.

Y en lo que el Congreso norteamericano se pronuncia, y cierta opinión pública se apertrecha contra la “amenaza nacional” que representan niños y niñas entre los seis y quince años, de los cuales más de un centenar ha sido ya victima de agresión sexual por parte de guardias fronterizos y funcionarios, la humanidad observa qué va a hacer los Estados Unidos con una Estatua de la Libertad que tiene grabados los versos de Lázara: “Dadme vuestros pobres, vuestros miserables, vuestros desesperados”. Y hay que saber lo desesperada que tiene que estar una madre para montar a su niñito de seis años en La Bestia, nombre del tren que los llevará, no al mundo fantástico de Disney, donde los Peter Pans no existen, sino a la hostilidad organizada.

Imagino que algún día, otra Lourdes Casals organizará una brigada, para que algunos de estos niños y niñas puedan regresar a las patrias que hoy los expulsan y descubrir la desazón de su sinrazón, la nostalgia en la foto del niño comiéndose una barquilla, ante la inconmovible mirada de un nórdico oficial de Migración.

El Nacional

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