Ha llegado el punto de accionar no con bálsamos sino con bisturí para detener el caos imperante en el vecino país cuyas repercusiones amenazan seriamente nuestra integridad como nación.
Algo parecido reflexionó recientemente la ex embajadora de Estados Unidos en Haití (2013-2016), Pamela Ann White, ante la delicada situación que vive ese país cuando advirtió: “Necesitamos botas sobre el terreno ahora para resolver todos los desafíos de Haití.
Es hora de tirar los guantes y dejar de fingir que la diplomacia «normal» funcionará. No hay gobierno legítimo, ni poder judicial, ni parlamento, ni una fuerza policial débil incapaz de detener a las pandillas que ahora gobiernan el 60% de la capital. No hay posibilidad de planear elecciones bajo la actual crisis de seguridad.
Los haitianos viven en condiciones infernales, todos los servicios sociales se cortaron hace varios meses. Puerto Príncipe tiene el mayor número de secuestros en el mundo, cada semana la gente es baleada y quemada. Los niños en los orfanatos están aterrorizados por las balas que vuelan sobre sus cabezas sin que se preocupen por su seguridad.
La Policía Nacional de Haití tiene menos armas, menos miembros y mucho menos dinero que las pandillas para llevar a cabo sus operaciones.
Todos los actores internacionales siguen diciendo que es necesario fortalecer la seguridad, hacer crecer el sector privado, mejorar la educación y los servicios de salud, y tienen razón, pero lo que se necesita ahora son botas sobre el terreno.
Si la administración de Biden no logra encontrar una manera de asegurar las calles y proporcionar al menos ayuda humanitaria, 1,3 millones de haitianos corren el riesgo de morir de hambre.
El gobierno de Biden debe enfrentar el colapso de Haití de manera directa y actuar para evitar más carnicerías y sufrimiento.
Tenemos que preocuparnos por los haitianos porque son nuestros vecinos, porque somos personas compasivas, porque no podemos ver a los pandilleros aterrorizar a un país al que hemos ayudado y apoyado durante décadas.
Los haitianos tienen una necesidad desesperada, cada día que pasa sin una decisión firme sobre cómo apoyar a Haití significa más cadáveres, más niños hambrientos, menos posibilidades de realizar elecciones y un colapso total de la sociedad civil.
La situación es insostenible y esperar lo peor no es una política, es una abdicación de la responsabilidad. Las Naciones Unidas, la OEA y los gobiernos claves, incluidos la administración Biden, deben enfrentar el colapso de Haití de frente y actuar para evitar más carnicerías y sufrimiento”, dijo la ex embajadora de Estados Unidos en Haití.
A veces la razón hay que imponerla, «orden y acción» , lo demás llega por añadidura.