Editorial

Padre

Padre

La celebración del Día del Padre tiene origen en la  tierna historia de comienzo del siglo pasado del  granjero estadounidense que al morir su esposa asumió el compromiso de educar y formar a sus hijos con la misma devoción como lo haría  la madre, lo que simboliza el valor del amor paternal en la consolidación  de la familia.

En estos tiempos de  globalización y capitalismo salvaje, el  padre desempeña un papel estelar  como orfebre y guía de las nuevas generaciones tentadas  a cada minuto por el desenfreno por los reflectores del individualismo, consumismo y drogas, sexo irresponsable, violencia y alcoholismo.

El legislador ha sido incisivo en el castigo a la paternidad irresponsable, pero poco ha hecho para  ayudar a preservar la familia por el lado  de  adecuada garantía  de educación, salud, vivienda, alimentación, recreación y seguridad ciudadana, por lo que las preocupantes estadísticas de  divorcios, separación y de mujeres como jefas de hogar son imputables también al renglón de injusticia social.

Puede decirse que el padre es a la familia lo que el corazón al cuerpo, órgano vital que,  aunque puede ser trasplantado, lo mejor sería que opere como tal hasta que deje de latir, porque la  aspiración de todo hijo es  poder recordar con similar torrente de amor y agradecimiento a mamá y papá.

Nunca como hoy se requiere elevar y ponderar el rol del padre en la  consolidación  del núcleo primigenio de la sociedad; su papel de  compañero y fiel complemento de la mujer en la educación de los hijos, desempeño que no puede ser suplido cabalmente por el maestro ni por el confesionario.

El auge del feminicidio, uno de los flagelos que  anuncia el fin de la historia,  parece íntimamente vinculado a la  ausencia de valores  que a su vez  producen desintegración familiar, lo que obliga a la sociedad toda a promover  el rescate  de la figura del padre como  elemento de  amor, respeto y responsabilidad y desestimular por  el penoso rol de agresor de la mujer y  del hogar.

La de padre es una expresión sublime consignada al creador  del Mundo, que conforme a la sagradas escrituras expresó  su perdón a la humanidad a través del sacrificio de su hijo, Jesús, engendrado, no creado, de la misma naturaleza  de su padre, por quien todo  fue  hecho.

El Nacional se une al regocijo que embarga a todo buen hijo por  celebrar hoy  junto a sus padres y quienes con orgullo hacen  sus veces y participa de los tributos de recordación por  quienes  han partido  a la eternidad.                               

El Nacional

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