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Paralelismos en las vidas y mensajes de Buda y Jesús

Paralelismos en las vidas y mensajes de Buda y Jesús

Hay muchas coincidencias entre las historias de las vidas de Buda y Jesús, siempre tomemos en cuenta que el primero existe 500 años antes que el otro y aunque la comunicación en aquellos tiempos era limitada a los escritos, y a los testimonios personales de generación en generación, podemos dar por un hecho que Jesús, el hijo de José y María pudo tener acceso a las enseñanzas de Buda.

Se sostiene que toda su niñez y juventud, que los evangelios canónicos, que aparecen en la biblia y fueron aceptados en el Concilio de Nicea en el año 325 a.C. no la registran, él lo pasó en constante formación por grupos cercanos al budismo, como los esenios.

Este concilio fue convocado por el emperador Constantino y reunió a líderes religiosos de todo el mundo cristiano para discutir y establecer la doctrina y la estructura de la Iglesia.

En última instancia, se decidió que los textos que formarían la Biblia serían aquellos que se consideraban “canónicos”, es decir, aquellos que se consideraban auténticos y divinamente inspirados.

Paralelismos en las vidas y mensajes de Buda y Jesús

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Los evangelios apócrifos y los manuscritos de Nag Hammadi, al no cumplir con estos criterios, según ellos, no fueron incluidos en la Biblia.

Es aceptado, por gran cantidad de estudiosos religiosos, que realmente era una decisión política para poder expandir el imperio bajo la bandera del cristianismo; y el autoconocimiento y la búsqueda de la divinidad dentro del ser humano, no encajaba con dichos planes expansivos.

La mayoría de los evangelios desestimados en Nicea, y que a partir de ahí se denominan apócrifos, presentan a un Jesús fundamentalmente preocupado por las mismas ideas que Buda “El Compasivo”: Los Evangelios Apócrifos sostienen una visión del autoconocimiento como un camino hacia el desarrollo de lo divino dentro de las personas.

Por ejemplo, en el Evangelio de Felipe, se hace referencia a la idea de que las personas tienen un “conocimiento interno” que les permite reconocer y conectarse con lo divino, y que se puede desarrollar y expandir a través del autoconocimiento. A través de la meditación.

De su parte, Shakyamuni Buda (563-483) antes de la era cristiana era Siddhartha, como príncipe de la familia reinante Shakyas. Renunció a la vida real para: “Buscar el final de todo sufrimiento”. El que encontró a los 35 años debajo del árbol de Bodhi que significa iluminación.

El clan a que pertenecía, y que se ubica en la parte septentrional de la India que limita con el actual reino de Nepal, por ser de una casta guerrera, Buda tendría problemas para ser aceptado por los sacerdotes o Brahamanes, que eran, en la India, una casta superior. Tal como le aconteció a Jesús con los Escribas y Fariseos.

Las enseñanzas más inspiradoras de Buda no están contenidas en el ejemplo de su propia vida (como en el caso de Jesús), sino en su predica.

Una de las tres versiones sobre su existencia, y que más aceptamos, es que fue una persona común que tuvo circunstancias favorables (mucho tiempo y energía), que alcanza finalmente la iluminación a los 35 años, muy similar a la Transfiguración de Jesús, a los 33, en Getsemaní.

Independientemente de la corriente, el grupo o el país, el budismo es vivir una vida humilde, honesta y dedicada a servir a los demás y logrando avanzar en la liberación de la mente con la meditación. Lo propio con la enseñanza cristiana que ofrece el cielo si vivimos una vida de servicio a los demás: “Servirás a tu prójimo como a ti mismo”. Se agrega la creencia en Dios.

Hay una muy difundida “Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana” que en 1994 invitó a su conversatorio anual al Dalai Lama para que este comentara, desde la visión del Budismo, ocho pasajes del Nuevo Testamento y de ese conversatorio salió un hermoso libro: “El buen corazón. Una perspectiva budista de las enseñanzas de Jesús”.
El autor es médico.