El ataque de Rusia a Ucrania, por supuestas razones de seguridad y violaciones a derechos humanos en habitantes de ciudades de la frontera que se consideran rusas e inclusive hablan su idioma, está dirigido a puntos estratégicos determinados, como zonas militares, aeropuertos, entre otros, aunque hay quienes señalan que se ha extendido a todo el territorio.

Indistintamente de los alegatos rusos su iniciativa militar es condenable, en una época donde se impone la diplomacia. Solo Bielorrusia ha sido el único país de la región involucrado en la operación. Otros aliados, como Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua, se han limitado a pronunciamientos favorables. China, aliado de Rusia en múltiples aspectos, si bien justifica la seguridad rusa enfatiza la vía diplomática para la solución del conflicto.

El discurso manido de la opinión pública mundial no se ha hecho esperar. Por un lado están los mayoritarios adláteres de Occidente, que califican a la administración rusa de dictatorial, peligro para la paz mundial y algunos aprueban inclusive su destrucción, mientras por otro lado están los seguidores de Rusia, China, Cuba y Venezuela, que usan epítetos denigrantes contra Estados Unidos, la Unión Europea y su OTAN. Por suerte, desde la época de Guerra Fría, lo que se estila es que cuando una potencia entra a un país la otra se abstiene de penetrar. Y es que un enfrentamiento bélico entre potencias militares genera repercusiones catastróficas planetarias.

Con respecto a esta crisis se corrobora esa postura, al Estados Unidos y demás países de la Unión Europea anunciar que no intervendrían militarmente, aunque sí han sido tajantes en las condenas políticas y económicas contra Rusia.

La crisis en Ucrania ha provocado que el barril de petróleo supere los cien dólares, el gas natural aumente más de un 30%, también hay alzas del trigo, la soya, el maíz y otros productos.

La preocupación mundial es lógica tanto por la crisis militar como por los efectos económicos, en momentos en que las economías mostraban inicio de recomposición después de los daños ocasionados por la pandemia.

¡Imagínense que esa crisis se extienda e involucre a más países! “Si quieres hacer la paz no hables con tus amigos, habla con tus enemigos”, dijo Moshé Dayán. Lo que se impone es que los líderes de Occidente se sienten a dialogar con las autoridades rusas y buscar consenso por la paz mundial.