Turquía, que de repente dio un giro de 360 grados con respecto a su posición de rechazar el ingreso de Suecia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), resultó el país más beneficiado con la cumbre de dos días que se celebró 11 y 12 de julio en Vilna, la capital lituana.
Turquía pertenece a la OTAN, pero mantuvo un rechazo al ingreso de Suecia a la alianza, bajo el argumento de que esa nación protegía a extremistas kurdos en su territorio, algo que las autoridades suecas negaron en varias ocasiones.
En ese contexto geopolítico, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no apoyó las sanciones contra Rusia por su invasión a Ucrania y promovió acuerdos para la exportación de granos y conversaciones de paz entre los bandos en conflicto.
Sin embargo, tras las elecciones en su país, en las que resultó reelecto, Erdogan recibió amenazas de parte de sus socios de la OTAN, bajo el argumento de que los resultados de los comicios habían sido fruto de un fraude.
Fue así como el mandatario turco dejó a un lado a los rusos y acordó apoyar el ingreso de Suecia, a cambio de que bancos estadounidenses y europeos le otorguen préstamos para enfrentar problemas de su economía.
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Además, negoció que las grandes naciones (Estados Unidos, Francia e Inglaterra) no responsabilicen a su país por las agresiones que comete su ejército contra activistas kurdos.
Pero también negoció el ingreso de su país a la Unión Europea, aunque ese punto aún no ha sido aclarado por los dirigentes europeos.
Sin dudas, a pesar de que éste último acuerdo aún está en el aire, Turquía salió beneficiado con la cumbre, en la que los socios de la OTAN acordaron una serie de medidas, entre las que figuran fortalecer su presencia en los países bálticos (Letonia, Lituania y Estonia).
Además, se acordó que los socios de la alianza atlánticas invertirán en defensa, como mínimo, el 2% de su presupuesto. Estados Unidos es el país que más recursos invierte en defensa, del total de socios.
