El desmantelamiento de una organización delictiva conectada al tráfico de drogas y al sicariato de origen holandés conocida como La Mocro Maffia y la No Limit Soldier, retrata los movimientos reflejos de un negocio ilegal que cada día “lucha” por fortalecerse y no extinguirse.
Siguen con su refinada ferocidad anacrónica cometiendo crímenes por encargo, y asentados en nuestro país gracias a la posición geográfica y las facilidades de conectividad aeroportuaria para el tráfico que le permiten espacios a estos criminales.
Se pasean por los lugares más exclusivos, poseen las propiedades más sofisticadas (fincas, vehículos, viviendas, prendas preciosas, obras de arte, etc.), negocios “lícitos”, y una red de allegados y colaboradores de sus operaciones muchas veces amparándose en el fingimiento de una repulsiva filantropía o respuesta solidaria con autoridades e instituciones financieras de la sociedad que le sirven de abrigo para sus fechorías.
Por ello la pobreza, la corrupción… son factores que han contribuido a que se haya creado una clase social prestadora de servicios al crimen: abogados, jueces, fiscales, políticos, policías y militares, comerciantes, empresarios y banqueros; tienen sus guardaespaldas especiales, camareros, mujeres; gente para atenderle sus gustos como chefs, cantantes, músicos, y hasta ¡carceleros!, en fin, ¡su paraíso!, que hacen del país no necesariamente un narcoestado, pero sí una acogedora narcoestadía.
A pesar de los avances de la DNCD de hoy que ha realizado un trabajo conjunto con otras agencias recibiendo elogios por su determinación para lograr grandes capturas y destruir estructuras criminales.