Los periódicos El Nacional y el Listín Diario vienen distinguiéndose por dejar nítida constancia de su preocupación social, cuando a través de sus portadas se retratan muchas desatenciones para tratar de espabilar a un funcionariado que luce como apagado o entretenido, y sin voluntad de cumplir. Y lo hacen sin artimañas ni contubernio, ni interpretaciones divergentes. El enfoque es el mismo y directo: servir a la sociedad.
Se arguye comúnmente que “una foto vale más que mil palabras”, y realmente hay fotos que retratan la realidad en primer plano, fotos que muestran lo que no se quiere ver, pero que debe ser visto: la verdad como noticia.
Esta política informativa ha venido generando un gran consenso social favorable a lo que debe ser un verdadero cambio para abordar tantas quejas a la reticencia oficial, y el beneficio se logra porque las autoridades responden de inmediato ante tal denuncia porque han asumido la actitud de: al “al periodicazo, el papeletazo “; aparece la disposición y el dinero.
Pienso que abren una sana forma de crítica necesaria sobre el modelo de gobernar, y que el Gobierno debe ser consciente que no es posible ni deseable ejercer el poder sin consenso.
Que además resultaría peligroso que se pretenda interpretar desde el Palacio que las imágenes mostradas como noticias es para tratar de desgastar su capacidad. No, entiendo que es una estrategia para convertirse en la voz de la ciudadanía que es la más afectada. Nadie duda que esta forma de informar cala profundamente en los lectores y público en general. Y no podría ser de otra manera.
Estas portadas y las notas editoriales ejercen la labor de supervisión ante una sociedad cuyos derechos parecen ilusorios, pues no repudian vigorosamente situaciones que le afectan.
Hay que saludar esta posición de portavoces, y que, aunque reconocen la “potencia de fuego” de las redes sociales que son sus competidores, saben que los gobiernos reconocen este espacio ocupado por la verdadera y genuina fuente de información que son los periódicos tradicionales.