Ya nadie en su sano juicio aboga por la auto exclusión del Estado en las regulaciones financieras, aun dentro del cuadro de economistas que asesoran al elitista Grupo de los 20, el cual reúne a las principales potencias económicas.
Los mencionados técnicos, al analizar los efectos devastadores de la Gran Recesión (2008-2009) que se gestó dentro del territorio económico norteamericano y que pronto se propagó por todas partes reconocieron el fracaso de la idea de la autorregulación de los mercados.
La crisis económica mundial significó el fin del mito de que los mercados financieros se autorregulan con éxito y en toda circunstancia. Así lo dice el economista Carlos Marichal, profesor e investigador del Colegio de México: El colapso de 2008 y 2009 indica que ahora viene una nueva época con mayor regulación y un mayor papel del Estado en los mercados.
El reconocido economista español Guillermo De la Dehesa escribió en su libro La primera crisis financiera del siglo XXI (2009) una idea que puede considerarse clave: Dejar a los mercados sin regulación y supervisión lleva a crisis como la actual, ya que controlar y canalizar esos impulsos emocionales requiere la intervención de los gobiernos.
Hay una parte cada vez más importante del sector financiero que realiza actividades meramente especulativas alejadas de las necesidades productivas, a pesar de que las entidades bancarias suelen dirigir recursos de los depositantes a empresarios que requieren de dinero fresco para impulsar sus proyectos, así como a instituciones y personas en general que demandan de préstamos para satisfacer requerimientos productivos, comerciales o vinculados a la esfera del consumo.
Las ideas neoclásicas llevadas a su máximo fundamentalismo de mercado fueron asumidas mediante decisiones políticas por adoptadas durante la década de los ochenta por los gobernantes Ronald Reagan (Estados Unidos) y Margaret Thatcher (Gran Bretaña), las cuales impulsaron hasta más no poder la desregulación o ausencia de control de la actividad financiera internacional.
¿Cómo olvidar las argumentaciones monetaristas de Milton Friedman (1912-2006) y del economista austríaco Friedrich Hayek (1899-1992) a favor del culto a la omnipotencia del mercado y de la automarginación del Estado?
Uno de los postulados más caros del neoliberalismo sostiene que el mercado no necesita intervención exterior por parte del Estado o de organismos de control gubernamental porque debido a su propia naturaleza se auto corrige cada vez que se cometen excesos o que aparecen desequilibrios.
Debido a la influencia de las ideas monetaristas contenidas en la obra Capitalismo y libertad (1962) escrita por el señor Friedman, en colaboración con su esposa Rose y a su adopción por los principales organismos crediticios multilaterales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, entre otros) las políticas de la desregulación financiera se propagaron por todo el globo terráqueo hasta que sobrevino el caos monetario-financiero global.
Tras haberse enfriado el fuego de la Gran Recesión (2008-2009), los gobiernos de los países desarrollados parecen haber olvidado la necesidad impostergable de proceder al diseño y ejecución de medidas de control sobre las operaciones financieras internacionales. Y despertarán de su letargo cuando sobrevenga una nueva crisis monetario-financiera mundial.