Opinión

Presencia económica

Presencia económica

Nace una teoría

El siglo XVIII debe ser considerado como el umbral doctrinal del libre comercio, siendo sus fundamentos filosóficos y económicos los aportados por Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823) y John Stuart Mill (1806-1873) los cuales generaron un intenso debate entre los economistas que vivieron durante las primeras décadas del siglo XIX.
Fueron los citados autores los que conformaron la primera teoría integral del comercio internacional al abordar desde su óptica clasista las causas del intercambio internacional y sus ventajas, abogando por la implementación del libre comercio entre todos los países, pretendiendo hacer abstracción de las desigualdades existentes.
Durante el siglo XIX la industria y el comercio británicos evidenciaron su notoria superioridad sobre el resto de los países, por lo que la teoría de las ventajas comparativas y su vehemente defensa del libre comercio conquistaron el pensamiento y la acción de los hacedores de políticas públicas. Se crea así lo que sería la teoría clásica del comercio internacional.
La ley del desarrollo económico y político desigual, en sus múltiples manifestaciones, se ha ido cumpliendo. Como resultado directo de las diferencias en las condiciones naturales e históricas de cada país o sociedad se estaban desarrollando las fuerzas productivas de Gran Bretaña y Estados Unidos.
Estas disparidades dan un carácter de expansión o compresión a toda una época histórica e imparte distintas proporciones de crecimiento a los diferentes países, las diversas ramas de la economía y las instituciones sociales y campos de cultura.
Los cuarenta años que van desde 1870 a 1914 fueron la época del laissez faire. No había prácticamente ninguna restricción al movimiento de bienes y capital a través de las fronteras nacionales. La intervención estatal en la actividad económica era mínima. El patrón oro, al cual se adhería la mayoría de los países, ofrecía estabilidad al sistema.
Era el momento histórico donde el creciente desarrollo de las fuerzas productivas, dentro de un sistema mundial de economía capitalista, se expandía cada vez más, al tiempo que se producía el advenimiento de la fase superior caracterizada por el predominio de los grandes monopolios y donde ya emergía Estados Unidos como importante potencia económica.
Durante la primera mitad del siglo XX los países ricos fijaban las reglas, tenían buques de guerra para cobrar deudas y tenían el mayor interés en mantener abierta la economía mundial mientras coleccionaban colonias y difundían los beneficios del libre comercio. El libre comercio nació y creció sobre la base pragmática del reconocimiento de las desigualdades económicas que existían entre los diversos países que concurrían al comercio internacional.
Sería fácil deducir que todos los países que intervienen en el comercio internacional, o en la bilateralidad derivada del comercio exterior, experimentarían una elevación de los ingresos reales debido a la eficiente utilización de los recursos propios.
Teóricamente es lógico apostar a una política de libre comercio, pues con ella se estimularía el crecimiento y el desarrollo de los países, pero el desempeño de la práctica niega semejante conclusión.

El Nacional

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