Opinión

PRM

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Los partidos tienen una categoría histórica. Surgieron como una necesidad social. En ese tránsito los partidos nacen y desaparecen, se fortalecen, se debilitan, se dividen, toman el poder, que es su esencia, abandonan el poder después de ser derrotados. Es una dinámica social ineludible. La historia enseña que nada es eterno, ni siquiera raza humana lo es, aunque crea lo contrario.

Juan Bosch fue fundador y líder del Partido Revolucionario Dominicano. Sus mayores hazañas políticas y literarias las realizó en esa organización. Un buen día del año 1973 renunció alegando que ya “había cumplido su misión histórica”. Y fundó el Partido de la Liberación Dominicana. Nadie se imaginaba a Bosch fuera del PRD.

Surgió, como líder indiscutible, José Francisco Peña Gómez, un “astro con luz propia”, convirtiéndose en una figura fundamental en la vida política del país, hasta su muerte. La historia de los partidos y sus líderes es tan contradictoria y cambiante como las sociedades. Nada es estático.

Orlando Jorge Mera, dos veces secretario general del PRD, hijo de un presidente de la República nacido de las entrañas de ese partido, dice no imaginarse fuera de esa organización. Me parece ilógico que alguien con formación intelectual, diga algo así. La nostalgia y el sentimentalismo no han sido nunca buenos aliados de la política, ni de los políticos.

Contrario a Orlando, yo no me imagino dentro del PRD de Miguel Vargas. Para mí es una vergüenza. El PRD de Miguel no es el PRD que se fundó en Cuba; no es el PRD que regresó en 1961 desafiando los remanentes de la dictadura de Trujillo; no es el PRD que llegó al poder con Juan Bosch dos años después; ni el PRD que luchó en contra del Triunvirato; no es el PRD que organizó la guerra de Abril reclamando el retorno de la Constitucionalidad; no es el PRD que enfrentó las tropas de Estados Unidos con las armas en las manos; no es el PRD que desafió al régimen dictatorial de Joaquín Balaguer; no es el PRD que vio caer asesinados a muchos de sus dirigentes en las calles reclamando pan, justicia y libertad; no es el PRD que derrocó a Joaquín Balaguer en 1974 en las peores circunstancias; no es PRD que despolitizó las Fuerzas Armadas, que derogó las leyes anticomunistas, que puso en libertad a los presos políticos y autorizó el regreso de las exiliados; no es el PRD democrático y plural. El PRD actual, repito, es una vergüenza.

El PRD de estos momentos es la negación de los principios y valores que le dieron origen; el PRD de hoy es una empresa, un maldito negocio. Es la degradación de la degradación, es una inmoralidad. Nadie, con dos dedos de frente, puede sentirse orgulloso de pertenecer a esa mafia. Ese PRD no es el PRD de Peña Gómez, ni de los miles de hombres y mujeres que durante 75 años dieron lo mejor de sí por la libertad y la justicia. El PRD de Miguel es el PRD de Leonel y Danilo, es el PRD de la traición.

Juan Taveras Hernández
juanth04@hotmail.com

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