Odebrecht inició aquí sus contrataciones en el gobierno de Hipólito-PRD, se fortaleció en el de Leonel-PLD y dio un gran salto en el de Danilo.
El viraje conservador de la cúpula del PT brasileño incluyó un pacto de gobernabilidad con sectores del gran empresariado y facciones de la derecha política, así como relaciones privilegiadas con Odebrecht, financiamientos del Banco Nacional de Desarrollo -BNDES, uso del poderío económico de Petrobras y sobredimensionamiento del rol de Joao Santana como asesor de imagen de candidatos y gobiernos e intermediario de fechorías internacionales.
Aquí, al iniciarse el segundo periodo (2004) del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, el PT optó por una relación preferencial con la alta dirección del PLD, que previamente se había neo-liberalizado y corrompido en contubernio con el balaguerismo.
Esa conexión se desplegó durante los ocho años de la presidencia de Leonel Fernández y repuntó con la candidatura presidencial de Danilo Medina en el 2011-2012.
En ese tenor Lula visitó nuestro país y se entrevistó con el presidente electo”el 31 de enero del 2013, acompañado de Alejandrino Alencar, ejecutivo de Odebrecht, consorcio que admitió haber financiado ese y otros viajes de Lula destinados a “ayudar a la expansión de las empresas brasileñas”.
Tres meses después de esa singular visita se anunció la licitación de las plantas a carbón de Punta Catalina y en septiembre se aprobó el financiamiento de 656 millones de dólares a cargo del BNDES. Poco después se le asignó el contrato a la empresa brasileña y la Stanley Consultan en noviembre declaró que solo la Odebrecht clasificaba.
En el 2013 el Senado aprobó al vapor otro préstamo de 632 millones para su financiamiento que se le sumó al ya concertado y luego obstruido; gestión realizada con cuatro bancos europeos: Deustche, Santander, ING General y Unicredit SPA seguida de la emisión irregular de bonos.
A los mil millones de dólares de sobrevaluación de ese contrato (en comparación con la oferta del consorcio chino), habría que sumarle las evidentes sobrevaluaciones de la mayoría de las 17 obras restantes, facilitadas con sobornos confesados por la propia Odebrech (92 millones de dólares) canalizados a través de Ángel Rondón, quien ha exhibido intensos vínculos con los jerarcas del régimen peledeísta que asumieron esas contrataciones onerosas.
Separar las Plantas de Punta Catalina del resto del expediente y reducir éste a Rondón y su entorno, solo responde al interés de seguir “blindado” las alturas del poder.