El último año con nuevo gobierno hay cambio de estilo presidencial que puede entenderse solo cosmético si no toca el fondo de problemas nacionales ni produce transformaciones fundamentales en la gestión pública.

En la percepción popular, ejecutorias y formas del presidente Danilo Medina han gustado, sintonizan con el pueblo, es decir, toca música que la mayoría quiere bailar, dice lo que las masas desean escuchar.

Este primer año se evidencia como acierto de Medina su voluntad de enfocar recursos, esfuerzos y mensajes al fortalecimiento educativo como primer eslabón de cualquier proyecto de desarrollo y bienestar. La prioridad educativa es su principal logro.

Cumplió la palabra empeñada de asignación del 4 por ciento del producto interno bruto a educación, se empeñó en promover la construcción de aulas, proceso con dificultades y fallas, y ahora pondrá en marcha escalonadamente la tanda extendida.

En salud se notan esfuerzos por mejorar servicios, Medina ha sido realista de miserias hospitalarias y dispone recursos para atenuar precariedades, en acciones con resultados pendientes.

El nacionalismo presidencial en caso Barrick Gold fue punto culminante de popularidad para Medina, aunque falta concretar la revisión contractual.

El interés por mejorar renglones específicos de producción agrícola y asignar recursos públicos a trabajadores de la tierra, con cálido contacto personal, merece ser resaltado por cambio de enfoque y volver a mirar el campo como fuente de alimentación, ocupación y hasta exportación.

Aspectos cotidianos claves están pendientes de mejorar. El crecimiento económico ha sido imperceptible, hay inflación, tasa de cambio en alza, combustibles por las nubes y disminución del circulante sentida por la gente, entre otros.

Puntos débiles siguen siendo inseguridad ciudadana, combate efectivo a la corrupción administrativa y desmantelamiento de la mafia del sector eléctrico.

Hay muchas tareas pendientes para Medina. Hasta ahora es popular y no tiene ninguna oposición política. ¡Suerte!