Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

Historia y SCJ.-

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La historia de la República Dominicana está inseparablemente unida a la creación, desarrollo y actualidad de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Nadie puede comprender lo que es hoy el máximo órgano jurisdiccional del Poder Judicial de nuestro país sin conocer el viacrucis, como un Jesucristo colectivo, que ha padecido el pueblo dominicano.

Esos avatares de la colectividad nacional tienen un origen nada pacífico. Podemos remontarnos, para no ir más lejos, a los tres siglos de coloniaje español en esta isla. Esto es, desde que Cristóbal Colón pisó estas tierras, en el 1492, hasta que se hizo la intelección de la idea nacional, después del 1873, para coincidir con la afirmación del maestro Pedro Henríquez Ureña. Porque lo que hoy llamamos nación dominicana es un producto histórico muy tortuoso.

El más correcto concepto de nación sobrepasa el que establece que es el conglomerado humano que vive en un mismo territorio, con iguales costumbres e idioma, y sometido a una determinada autoridad. Hoy se requiere, para ser nación, que ese colectivo persiga los mismos fines, que tenga propósitos colectivos. Y si juzgamos a los dominicanos bajo este último criterio, podríamos dudar mucho que hayamos alcanzado la verdadera condición de nación.

Sabemos que todo intento de constituirse en una nación jurídica y políticamente organizada, o sea, en Estado, sin importar que esa nación sea pequeña o grande, débil o poderosa, en principio, requiere los tres elementos clásicos: la población, el territorio y la soberanía. Del territorio podría prescindir por algún tiempo, como lo hizo Israel, pero no así de la población y de la voluntad soberana. Esta última expresa la identidad nacional y la persecución de fines colectivos.
Y la creación de su Estado impone el establecimiento del aparato de administración de justicia, con su máxima instancia, que en nuestro caso ha sido la SCJ.

Para muchos que se forman juicios con un conocimiento vulgar, que es el que se adquiere sin método ni rigor científico, lo existente se ve como que siempre ha sido así. Esa forma del saber lleva a algunos a creer que siempre hemos tenido una SCJ como la actual. Y ese es un garrafal error.

La gran importancia de estudiar la historia es que nos permite conocer con cierta amplitud los acontecimientos del pasado, con la finalidad de comprender el presente y con él crearnos una idea, que nunca será precisa, de cómo podrá ser el futuro o qué debemos hacer y hacia donde podemos ir. Por eso, los dominadores del mundo buscan borrar el pasado, para que los pueblos pierdan su memoria histórica.

El Nacional

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