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QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

Plan Justicia 20-24.-

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Sabemos que las palabras nunca son inocentes. Y los discursos siempre persiguen uno o varios objetivos. Entre ellos: comunicar, ocultar, mover a la acción o lograr la inamovilidad de los receptores.

Y cuando el magistrado Luis Henry Molina declaró en el acto con cientos de jueces presentes que su preocupación no era impulsar una reforma en el Poder Judicial, sino su transformación, me sumí en una profunda reflexión.

¿Por qué rechaza la palabra reforma y, por oposición expresa, prefiere el término transformación? Lingüísticamente son voces sinónimas, pero con su sinonimia de rigor. Es evidente que conceptualmente expresan cambios de calados diferentes. Se reforma cuando se realizan modificaciones que generan nuevas formas; pero se transforma cuando se cambian, más que las formas, las estructuras, los cimientos o base del objeto sometido al cambio. Los reformistas, reforman; los revolucionarios, transforman.

El magistrado Molina no tiene trayectoria pública de revolucionario, y ya el presidente de la República, licenciado Danilo Medina, usó el concepto de revolución educativa. Y la llamada ola de reforma judicial, que tantas ilusiones creó en algunos, ni ha producido ola ni ha reformado gran cosa en el orden judicial.

Quizás por eso el máximo representante de la justicia prefirió usar la palabra transformación y no revolución judicial.

Si el magistrado Molina se propone, en la práctica, impulsar cambios profundos y estructurales, que se orienten a crear las condiciones para que en el país exista un sistema de consecuencias que funcione, que la justicia se gane la confianza de la sociedad y que exista una mejor justicia para todos, tendría mucho apoyo y se casaría con la gloria.

La tarea para lograr ese propósito es inmensa y los obstáculos que deben ser vencidos son colosales. Pero se puede lograr.

El sistema jurídico formal dominicano es uno de los mejores del mundo. El problema es que no ha tenido los actores necesarios para aplicarlo como debe ser. Y para poner el ordenamiento legal en ejecución, con eficiencia y eficacia, no se necesita que se creen las condiciones objetivas y subjetivas que permitan una Revolución o transformación radical de toda la sociedad.

Los que sueñan con ese convulsionado proceso político, y hasta se equivocan al creerlo al doblar de la esquina, tienen que comprender que la coyuntura histórica no está para eso, que la realidad geopolítica no lo permite, y que, sin ser economicista, ni conformista ni reformista inconsciente, tenemos que aceptar que es mejor un chin en la mañana que nada todo el día.

Algunos nos acusarán de ilusos o chovinistas al afirmar que nuestro sistema jurídico es uno de los mejores del mundo. Pero es la verdad.

El Nacional

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