Opinión

Rechazo al delirio

Rechazo al delirio

El reclamo para que renuncie el presidente de la República, que se celebre un referéndum y se convoque a elecciones en un año constituye un despropósito jurídico y político que se rechaza a todo pulmón porque invoca una ilegal y absurda ruptura del orden institucional.

Ese pedido ofende a una población que ha transitado un tortuoso periodo de su historia en firme y decidida marcha hacia la consolidación de su democracia, tiempo durante el cual ha sufrido los flagelos de dictadura, golpes de Estado, revolución, intervención y represión política.

El presidente Danilo Medida fue reelecto como jefe de Estado en elecciones libres, limpias y concurridas, lo mismo que los senadores, diputados, alcaldes y regidores, por lo que la Constitución garantiza su permanencia en la dirección del Estado durante cuatro años.

Aun con admitidas falencias o imperfecciones, en República Dominicana prevalece un Estado de derecho, al que pueden acceder todos los ciudadanos por las vías jurídicas, políticas o sociales que estimen pertinentes, sin pretender quebrar el orden institucional.

Tiene razón el titular de la Junta Central Electoral, doctor Julio César Castaños Guzmán, al señalar que el presidente Medina fue ungido por el voto popular y que la JCE no se prestaría a organizar unas elecciones que salgan de ese absurdo.

Tan contundente rechazo al estrambótico pedido de renuncia presidencial, debería servir de desaliento a sectores políticos, corporativos o mediáticos con claras notaciones de un preocupante delirio de turbulencia, anarquía o sedición.

La democracia dominicana ha alcanzado suficiente madurez y consolidación como para garantizar todos los cuestionamientos jurídicos, políticos o morales que la sociedad crea pertinente formular a sus autoridades, sin que en ningún modo se pretenda siquiera pensar en la posibilidad de un retroceso político e institucional.

Lo que se ha logrado en términos de democrática y libertades públicas no puede ser tirado por la borda por un excesivo delirio político o desbordadas ambiciones corporativas. Con la institucionalidad no se juega a la ruleta rusa.

El Nacional

La Voz de Todos