La reforma carcelaria que implementa el Gobierno tiene entre otros aspectos positivos que no se reduce única y exclusivamente a la habilitación de nuevos recintos, sino que contempla la reducción de la población carcelaria a través de distintas iniciativas.
Por el hacinamiento, la corrupción y las debilidades del sistema penitenciario las cárceles se han convertido en antros de delincuencia, desde las cuales se ordenan, según las propias autoridades, crímenes y asaltos. Lejos de la regeneración de los presidiarios las cárceles son centros de perversión. Y para colmo de males más del 60 % de los presos son preventivos, entre los cuales hay muchos recluidos por tonterías o deficiencias burocráticas.
Por esa y otras razones es tan importante el proyecto anunciado por la vicepresidenta Raquel Peña para reducir la población carcelaria en un 45 %. La vicemandataria expuso que el proyecto que comenzó a implementarse en 2024 contempla la eliminación progresiva de las prisiones tradicionales y el traslado de los reclusos a espacios más modernos y dignos.
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Con la sola evaluación de las condiciones de salud de los reclusos las prisiones comenzarían a descongestionarse porque hay muchos privados de libertad que están enfermos, que no tienen a nadie que se preocupe por ellos. La transformación y humanización del sistema penitenciario es una tarea que las autoridades tienen que acelerar para mejorar el ominoso y cruel régimen penitenciario.