Es imposible “regenerar” lo que no existe. Aquí democracia liberal hubo con la Constitución de 1963 y el gobierno de Bosch, y existió democracia popular con el poder de los Comandos a raíz de la revolución de 1965; mientras que algo de liberalización política degradada rigió durante los Gobiernos del PRD (78 al 86).
Las Constituciones del 1966 y 2010 han sido plataformas de anti-democracia, de dictaduras constitucionales presidencialistas, corruptas y corruptoras… hasta devenir en mafiosa a cargo del cogollo del PLD. En un intermedio, Hipólito-PRD resultaron un desastre cargado de autoritarismo y torpezas, al reproducir neo-liberalismo, balaguerismo y reelección.
El sistema de partidos leales al orden constitucional establecido -incluidos dos con méritos históricos democráticos (PRD Y PLD) y cierta “izquierda” que se sumó a ellos- nunca ha rebasado las redes y métodos generados por el autoritarismo endémico y la corruptela que lo degradan… hasta convertirlo en un conglomerado reproductor de las dictaduras institucionalizadas y sus lacras.
Ahora no hay razones para pensar que el oficialismo morado, que ya redujo a poca cosa a Leonel, no tratará de hacer lo indecible para imponerse con Danilo a la cabeza o con cualquier fórmula; operando adicionalmente al interior de una oposición electorera vulnerable a sus maniobras delictivas.
Pero tampoco hay motivos para creer que cualquier alternancia electoral, a favor de la preeminente matricula del PRM y del degradado “bloque opositor”, no vaya a producir resultados parecidos a los de aquella fórmula PRD-PPH.
Debo insistir en que lo podrido, que es todo el sistema institucional basado en la Constitución del 2010 y gran parte del partidismo electoralista, es imposible de “regenerar”. Pasa como con el caimito, que aunque se madure, pudra y seque en la mata, hay que tumbarlo; y en estas condiciones el sufragio viciado no sirve para esos fines, mientras que la democracia de calle, movilizaciones y paros políticos ascendentes, sí.
La coalición de personalidades liberales que proclama la meta de la “regeneración democracia” (algo que no existe y que ha sido reemplazado por un sistema putrefacto), no entiende que no hay fórmula mágica para, desde una opción electoral esencialmente partidocrática, conformar un poder político-empresarial sustancialmente distinto al existente.
Esa fantasía electoral ha fracasado reiteradas veces. Pero nueva vez, actores parecidos, se empeñan en parir, desde una crítica radical a la corrupción y la anti-democracia, una fórmula conservadora y chueca, que evade lo imperioso de un nuevo proceso de cambio: destituyente desde las calles y constituyente para crear democracia real.