Reelección e historia tienen un vínculo en la República Dominicana que no podríamos sustraernos de estudiar su interpretación por quienes en el tiempo han tratado de afianzarse en el poder aún reduzcan la actividad política a las relaciones de fuerza o al dinero que es el músculo de ella, y que no nos permite que olvidemos al final lo que es: ¡corrupción!.
¿Veremos el “cambiazo” en una repostulación sobre las ruedas de la honestidad con el uso de los recursos públicos? ¿Es evitable una inflexión del sentido del poder que viene imprimiéndole el Presidente a su gobierno de ser estricto y radicalmente opuesto al beneficio personal usando los bienes del Estado? Él es el detentor del poder dándole una significación ética a su gestión donde ha tenido que reprender compañeros que se han separado de la línea de su administración, por tanto, no habría licencia para determinaciones particulares (alcaldías, Congreso) e incluso para su repostulacion. ¡Cuán difícil es cumplir con estos requisitos a un funcionariado ya afianzado en el Gobierno!; el PRM satisfecho (41 de 48 barones) afiliados a la nómina pública.
Alejar estas facilidades de la campaña es difícil, y ahí viene el reto: ¿podrán hacer lo mal hecho bien hecho? El realismo político, y las tentaciones, por lo demás infructuosas, de evitar el uso indebido de bienes públicos no expurgados o que tratamos de expurgar, es el muro a vencer, que como sabemos ha sido difícil su resistencia. Así que montar con éxito una reelección reprimiendo a los suyos, y más cuando la fuerza moral del Gobierno descansa en los actos dolosos de sus adversarios, será tarea difícil pues ocuparía una posición homóloga.
Lo que aprendemos de la historia es que es casi imposible separarnos de esa vocación inscrita en la actividad que aparece ya como un maleficio propio de la naturaleza del poder.